lunes, 3 de julio de 2017

Apuntes sobre el guión


La película no tuvo en ningún momento un guión definitivo, sino diferentes versiones que cambiaban de día en día, conforme Selznick trabajase con Sidney Howard, Ben Hecht o cualquiera de los numerosos escritores a los que les pidió colaboración.

A mediados de octubre de 1936 Sidney Howard aceptó el encargo de escribir el guión. El 14 de diciembre Selznick tuvo en sus manos las “Notas preliminares al tratamiento cinematográfico de Gone with the Wind", que ocupaban 50 páginas y donde el escritor trazaba su plan de trabajo. Ya había suprimido los antecedentes de los padres de Escarlata, la historia de muchos personajes secundarios y el paralelismo entre Escarlata y Atlanta, pero conservaba la relación entre los cuatro personajes principales. Sugería incluir alguna secuencia que mostrara las actividades de Rhett como burlador del bloqueo, para definir con mayor claridad al personaje por medio de sus acciones más que de sus palabras, y señalaba que tenía problemas con la segunda mitad de la historia, sobre todo en lo que se refería al Ku Klux Klan, un tema que le desagradaba tocar, y con la acumulación de muertes hacia el final.

Selznick estudió cuidadosamente estas notas y estuvo de acuerdo con el escritor en que sería necesario suprimir algunas cosas, pero se negó en redondo a que se inventaran secuencias que no figuraban en la novela.

Howard desarrolló sus versiones del guión a partir de este tratamiento inicial. La de agosto de 1937 seguía con fidelidad la novela e incluía diálogos tomados de ella, sin variación. Selznick creía que no era muy cinematográfico, porque el dramaturgo prefería sugerir en lugar de afirmar. El juramento de Escarlata en el huerto había sido sustituido por una secuencia mucho menos dramática en opinión del productor, que deseaba que la violencia, la emotividad y la garra de la novela se traspasaran también a la pantalla. Además, con aquel guión la película duraba casi cinco horas y media.

Sidney Howard no pudo soportar las continuas interferencias de Selznick que, si bien no quería que se añadiera nada que no estuviera en la novela, insistía en que hubiera secuencias que ilustraran el transcurso de la guerra, algo que incluso se consultó a los espectadores de los pases sorpresa mucho tiempo después. El dramaturgo acabó por rendirse.

En octubre de 1938 Selznick reunió todo el desperdigado material que él y Howard habían producido en aquellos meses y, dispuesto a poner orden y conseguir un guión comprensible, viajó a las Bermudas con Jo Swerling, una vez que Margaret Mitchell se negara a hacer la travesía para colaborar en la escritura. Pero tampoco salió nada satisfactorio de aquel trabajo y el productor solicitó la ayuda de Oliver Garrett, que empezó a trabajar en el mismo tren que le llevaba de la Costa Este a Hollywood. Por entonces había ya seis revisiones del guión.

Pasaban los meses, el comienzo del rodaje era inminente; el problema del guión seguía sin resolverse y varios escritores trabajaron en él siguiendo los dictados de Selznick: John L. Balderston, Michael Foster, Edwin Justus Mayer, John Van Druten, F. Scott Fitzgerald, John Lee Mahin, Donald Ogden Stewart...

La víspera del rodaje del primer plano Selznick era consciente de que el guión no estaba terminado, que era demasiado largo y todavía confuso, pero confiaba en su propia habilidad para mantener la historia inteligible.

Cukor, que acostumbraba contar con un guión sólido a partir del cual elaborar su dirección, no dejó de señalarle a Selznick la debilidad del que disponían y que las continuas reescrituras no hacían más que perjudicar a la película. El director sugirió volver a la versión de Sidney Howard y dejar de lado la de Selznick y Garrett, que era la que se utilizaba desde enero de 1939. La negativa del productor a acceder a esta petición sería, según Cukor, una de las razones de su marcha.

Llegó Victor Fleming y también fue de la opinión de que el guión no era bueno. Selznick recurrió entonces a Ben Hecht, que no había leído el libro, y, si bien no aportó demasiado en cuanto a material, sí pudo poner en orden todo lo que Selznick había acumulado en tres años. Hecht dejó listo todo hasta el final de la primera parte de la película. Su punto de partida fue el guión de Howard, al que se añadió lo mejor de las sucesivas versiones. El resto de los escritores utilizaron estas páginas.

Así, el guión de Lo que el viento se llevó no puede escribirse más que siguiendo la película ya terminada y trasladando al papel lo que se ve y se oye. Aunque todos los guiones sufren variaciones durante el rodaje, muy pocos habrán sido objeto de las diarias interpolaciones, reescrituras, cambios, supresiones y condensaciones que Selznick realizaba de la noche a la mañana y que exasperaban a los diferentes departamentos. Lo más cercano a un guión definitivo y contemporáneo es un grueso volumen con hojas multicolores (conocido como "guión arco iris"), que contiene los cambios de última hora y los apuntes que su dueño original realizaba a medida que cambiaban las decisiones de Selznick.

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