lunes, 22 de diciembre de 2014

"Tócala, Big Sam"

Margaret Mitchell no se cansaba de explicar que Scarlett O’Hara no era un personaje al que debía admirarse, pero, entre 1936 y las primeras semanas de 1939, las Escarlatas surgían por doquier, y no sólo entre las filas de las actrices de renombre, que encabezaban el coro de las que entonaban “Yo soy Escarlata O’Hara”, frase que sonó durante meses en los oídos de Selznick; puede decirse que no hubo rincón del mundo al que hubiera llegado la novela o su fama en que no hubiera una joven que no tuviera el deseo de ser la elegida para interpretar a la hija de Gerald en la película. Y, si la chica en cuestión no se atrevía a proclamar su candidatura, siempre había un familiar, un amigo… o un cazatalentos que veía en ella un mínimo aroma sureño y lo hacía saber al planeta.

El estudio, además de preparar Lo que el viento se llevó, estaba metido en otras producciones en diferentes estados de gestación y siempre ávido de descubrir actores y actrices para poder contar con una nómina propia y no tener que depender de los préstamos de otras productoras. Selznick se había interesado por una joven actriz sueca, recomendada por Kay Brown y su actuación en Intermezzo, y ordenó que se emprendieran contactos para que Ingrid Bergman viajara a Hollywood.

Jenia Reissar, toda una institución en el ámbito de encontrar nuevos talentos, era por entonces el contacto de Selznick en Inglaterra (y en Europa, por extensión), e, imbuida por el embrujo reinante, definió así a la futura intérprete de Casablanca, a principios de 1938:

“Quizá sea una afirmación arriesgada, pero creo que si Scarlett O’Hara fuese sueca, sin duda alguna Ingrid Bergman sería la más adecuada para interpretar ese papel”.

Ingrid habría sido muy capaz, por supuesto; lo demostró unos años después en Saratoga Trunk, parte de cuya acción se desarrolla en Nueva Orleáns, en un papel de la hija de un criollo educada en París para el que en cierto momento sonó, curiosamente, el nombre de Vivien Leigh. Además de su talento, su determinación y su belleza son de sobras conocidas, por lo que no resulta tan disparatado que Reissar recurriera al personaje del momento para definir la personalidad de Bergman para atraer la atención de su jefe. En unos meses, Ingrid interpretó la versión americana de Intermezzo para Selznick al mismo tiempo que se rodaba Gone With the Wind.

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