martes, 31 de marzo de 2009

"Jine the cavalry"

Al incluir alusiones a libros y canciones en Lo que el viento se llevó, Margaret Mitchell nos ayuda a situarnos en la época y el ambiente de cada momento que viven sus personajes.

Por ejemplo, la despreocupación de los sudistas y su fe en que la guerra no tardaría en inclinarse definitivamente hacia su bando todavía es perceptible cuando se celebra el bazar benéfico, organizado para recaudar fondos para los hospitales de Atlanta; Escarlata ve pasar ante su ventana a un alegre grupo de excursionistas, destacados en busca de adornos florales para la fiesta (a la que, en un principio, ella no puede acudir por su condición de viuda); las jóvenes, señoras casadas, soldados convalecientes y oficiales en espera de destino llevan acompañamiento musical: dos negros en la carreta de las provisiones tocan If You Want to Have a Good Time, Jine the Cavalry, con la ayuda de un banjo y una armónica.

Esta canción se convirtió en el himno oficioso de la Caballería de los Confederados y ensalza las hazañas de las tropas al mando del general J.E.B. Stuart, cuya suerte cambió drásticamente en el transcurso de la contienda. Pero, como dijo una vez el general Lee, “este ejército no podría sobrevivir sin música”, aunque las letras de muchas canciones adquirieran un sentido irónico con el paso del tiempo.

“If you want to have a good time, jine the cavalry!
Jine the cavalry! Jine the cavalry!
If you want to catch the Devil, if you want to have fun,
If you want to smell Hell, jine the cavalry!

(“Si quieres pasarlo bien, ¡únete a la Caballería!
¡únete a la Caballería! ¡únete a la Caballería!
Si quieres atrapar al Diablo, si quieres divertirte,
Si quieres pasarlas canutas, ¡únete a la Caballería!”)




lunes, 30 de marzo de 2009

A la caza del gazapo (XXVI)

Algunos dirán que las hermanas pequeñas no dan más que problemas a los mayores de la familia. Escarlata O'Hara apoyaría sin duda esa afirmación, recordando que, en el momento justo de la muerte de su padre, ha de soportar que Suellen y Carreen y ella misma emborronen la continuidad de la película con la colaboración de una puerta rebelde:

Escarlata está a punto de entrar en Tara cuando Gerald arranca su cabalgada final en pos de Wilkerson. Ella cierra la puerta a sus espaldas y da unos pasos hacia delante para seguir la trayectoria de su padre. Sus hermanas, alarmadas por los gritos, salen también al porche, pero no las vemos en el plano general, centrado en Escarlata, y la posición de la famosa puerta de Tara es diferente entre los planos que muestran la reacción de Vivien Leigh y las de Evelyn Keyes y Ann Rutherford.

domingo, 29 de marzo de 2009

Lista de bajas (XV)

Un vistazo a la nómina de participantes en Lo que el viento se llevó nos descubre que en nuestros archivos no consta ninguna defunción en 1975, aunque es muy probable que sí se produjera alguna, dado que es imposible seguir el rastro de las miles de personas que tuvieron algo que ver con la novela, por no hablar de la película; si algún lector puede rellenar los huecos, ya sabe que contará con nuestro eterno agradecimiento.

1974:
Russell Birdwell, 74 (Publicidad)
Carlyle Blackwell, jr. 61 (Extra en la secuencia de la barbacoa)
Carroll Nye, 73. (Frank Kennedy)

1976:
Wilfrid M. Cline, 73 (Fotografía Technicolor)
Walter Field, 101 (Extra)

sábado, 28 de marzo de 2009

Próxima edición en Blu-Ray de "Lo que el viento se llevó"

Todo parece indicar que Lo que el viento se llevó verá la luz en un nuevo formato en 2009, lo que será una forma estupenda de celebrar los setenta años de la película.

GWTW se publicará en algún momento de los próximos meses en el sistema Blu-Ray, tal y como nos informan en 1080b.com, donde podemos ver cómo será la carátula: se vuelve a la clásica imagen del “flaming embrace” que ha acompañado a Gone With the Wind desde los años 60.
Aún están por desvelar muchos detalles, entre ellos los extras que pueden acompañar en esta ocasión al largometraje, pero estaremos atentos para contarlo en Viento Escarlata.

viernes, 27 de marzo de 2009

Un modelo fugaz

La avaricia de Escarlata, dispuesta a no quedarse jamás sin dinero otra vez, se nos muestra en una sucesión de secuencias muy breves, pero todas ellas con su vestido correspondiente, para confirmar que el armario de la señora Kennedy vuelve a estar repleto; después de todo, la guerra ha terminado y hay que pagar al contado, como se indica en el cartel de la tienda, donde Melania intenta, sin éxito, que su cuñada sea un poco más flexible con los pobres ciudadanos de Atlanta, escasos de capital.

Para este momento, Plunkett diseñó un modelo del que sólo vemos la parte superior, ya que Escarlata está detrás del mostrador contando sus billetes. El vestido es de muselina roja, con botones en el centro del mismo material y color. El cuello, de muselina blanca.

Recordemos que el “código” para el empleo del rojo en el vestuario de Escarlata era la pasión; aunque en la mayoría de los casos está reservado para la pasión amorosa, bien podemos entender que en esta instancia de Lo que el viento se llevó se pretende sugerir la desaforada querencia de la protagonista por el efectivo y el desafío a las normas establecidas (pues se veía con malos ojos que una mujer se dedicara a los negocios y, aún encima, que disfrutara con ello y tuviera éxito).

jueves, 26 de marzo de 2009

Brindemos con Melanie Hamilton Wilkes

Melania Hamilton no podía quedarse sin un cóctel dedicado a su personaje, aunque parezca poco apropiado tratándose de una joven tan moderada y tradicional en sus gustos; por lo que sabemos, la cuñada de Escarlata O'Hara no pasa de un poco de vino dulce en las ocasiones especiales.

Pero una fiesta temática sobre Lo que el viento se llevó no estaría completa sin esta receta, el Melanie Wilkes Cocktail: se compone de 50 mililitros de zumo de naranja, 50 mililitros de triple seco, 25 mililitros de Midori (licor de melón) y cubitos de hielo; todo ello bien agitado, servido en un vaso de cóctel y adornado con una rajita de melón.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Nunca digas "nunca jamás"

La novela y la película deben considerarse como dos entes separados pues, si bien la segunda se basa en la primera, la adaptación a la pantalla supuso tomar una serie de decisiones con la vista puesta en el medio y en el público cinematográfico.

Se puede decir que Selznick, aunque conservó la esencia de la obra de Margaret Mitchell, se esforzó en romantizar Lo que el viento se llevó y, en especial, en suavizar el carácter de Escarlata y justificar la instantánea atracción de Rhett por la señorita O’Hara, para que la historia de amor fuera uno de los puntales de la película.

En la novela, con tiempo para profundizar en los personajes e incluso conocer sus pensamientos y motivos más íntimos, no se habla de amor precisamente durante el baile en el bazar: Rhett abre los ojos a Escarlata sobre los entresijos del bloqueo y las férreas normas impuestas a las viudas; se nota que él está a gusto con ella, porque le ofrece un reto y ella se sorprende al ver cómo Butler expresa unas ideas heréticas para con la Causa con las que Escarlata está tácitamente de acuerdo. Pero no hay un flirteo explícito tal y como oímos en la película; sin embargo, aunque la adaptación introduce ese componente romántico muy pronto, sabe cerrar el círculo con la solvencia habitual de los buenos guiones:

“…Yo quiero algo más de usted.” “¿Y qué es lo que quiere?” “Se lo diré, Escarlata O’Hara, en cuanto deje esa expresión de señorita remilgada del Sur. Quiero que algún día me diga las mismas palabras que le oí decirle a Ashley Wilkes: “Te quiero.” ”Eso es algo que no me oirá decirle, capitán Butler, en toda mi vida”; es el intercambio de Rhett y Escarlata en su segundo encuentro, en medio del vals.

Pasan los años, la guerra y los matrimonios, y el de los Butler llega a un callejón sin salida. Escarlata, de cuyos ojos acaba de caer una venda, incumple su promesa cuando le dice a Rhett: “…sólo sé que te quiero.” “Esa es tu desgracia.”, replica él.

Efectivamente, se habían pasado más de una década jugando al escondite.

martes, 24 de marzo de 2009

Para conocer un poco a Margaret Mitchell

En contraste con la ligereza del telefilm del que escribíamos hace unas semanas sobre la vida de Margaret Mitchell, el libro Southern Daughter. The Life of Margaret Mitchell es una detallada biografía de la autora de Lo que el viento se llevó que en ocasiones resulta abrumadora.

Darden Asbury Pyron apenas deja piedra sin remover en lo que se refiere a los asuntos personales de esta complicada y contradictoria mujer. La objetividad y el minucioso análisis de la época y las circunstancias que rodearon la escritura de GWTW son los aspectos que diferencian esta biografía de las anteriores, pues Pyron muestra su interés por la protagonista de su libro pero deja al lector sacar sus propias conclusiones; pero ha de ser un lector dedicado, dispuesto a adentrarse en un océano de información. Para estudiosos.

lunes, 23 de marzo de 2009

Cartas que llegan con el viento

Pocos años en la historia del cine han visto el estreno de tantas películas de calidad como 1939. Cuando se cumplía medio siglo de aquella “cosecha milagrosa”, que tuvo su reconocimiento en la entrega de los Premios de la Academia en febrero de 1940, se emitió en Estados Unidos una serie de sellos de correos conmemorativos, que se desvelaron el 23 de marzo de 1990.

Los filatélicos y los aficionados al cine recibieron con parabienes este homenaje a cuatro grandes: La diligencia, Beau Geste, El Mago de Oz… y Lo que el viento se llevó.

Para la ocasión, los artistas de Correos recrearon el abrazo de Rhett y Escarlata en la secuencia en que Butler se declara a la viuda Kennedy, y, al fondo, colocaron la imagen de Tara.

El valor de cada uno de aquellos sellos era de 25 centavos; los coleccionistas están dispuestos a pagar hoy un poco más, desde 1 a 10 dólares.

domingo, 22 de marzo de 2009

Un cumplido que da alas

En Always (Para siempre, 1989), Steven Spielberg rindió su particular homenaje a A Guy Named Joe (Dos en el cielo, 1943), que dirigió Victor Fleming y de la que es un remake actualizado.

El guión recurre al viejo tópico de la muchacha atractiva que esconde sus encantos bajo una apariencia desaliñada para, en un momento dado, ser vista con otros ojos por sus compañeros cuando se arregla “un poquito”. Es lo que le pasa al personaje de Holly Hunter (actriz nacida en Georgia), que maravilla tanto a Al que éste le pide un baile con un admirativo “Señorita Escarlata…”

sábado, 21 de marzo de 2009

Tal y como lo oía la autora

Debe de ser gratificante para un escritor, aunque un poco tedioso en ciertas ocasiones, que sus lectores le envíen cuestiones sobre su obra y se interesen por saber más o deseen despejar alguna duda. Y, si el escritor es tan minucioso como Margaret Mitchell y tiene la mitad de la etiqueta social de la que hacía gala la autora de Lo que el viento se llevó, procurará responder lo mejor que pueda a gran parte de las preguntas si está en sus manos.

Mitchell no dudó en contestar amablemente a aquellos que se interesaban por la forma en que se debían pronunciar (en inglés) algunos de los nombres más importantes de GWTW; en la adaptación cinematográfica podemos comprobar que se procuró seguir sus pautas:
“Tara” rima con “O’Hara”, pero no con “Sara o Laura”. Lleva el énfasis en la primera sílaba. La primera “a” es breve (short) y la segunda una “a” larga ligeramente modificada.

“Scarlett” no debe pronunciarse con el énfasis en la última sílaba.

“Melanie” lleva el énfasis en la primera sílaba, y las dos “e” son cortas.

“Wilkes” se pronuncia en una sola sílaba, como si fuera “silks”.

Ya que estamos en plan didáctico, añadamos que el apellido de la actriz protagonista de Lo que el viento se llevó, “Leigh”, se pronuncia como “Lee” (como el general).

viernes, 20 de marzo de 2009

"Lorena"

Al igual que Max Steiner, con el beneplácito y el deseo expreso de Selznick, introdujo canciones populares en la banda sonora de Lo que el viento se llevó para situar la película en el tiempo y el espacio, Margaret Mitchell cita muy a menudo las melodías que escuchan e incluso tararean sus personajes.

Una de esas canciones da nombre a la hija de los Kennedy, que fue bautizada como Ella Lorena; Ella, en honor de la madre de Escarlata, pues es una variación de Ellen, y Lorena, por una de las canciones que habría encabezado la lista de éxitos de la Guerra Civil si por aquel entonces hubiera existido tal cosa y que dio pie a una multitud de Lorenas en todo el país, y no sólo jovencitas, sino también pueblos o barcos.

La criatura no aparece en la película ni tampoco la canción, pero en la novela Escarlata se deja llevar por la melancolía del tiempo de vals lento con el que la orquesta la interpreta en el bazar benéfico. En el texto de GWTW se incluyen tres versos de la primera estrofa:

“The years creep slowly by, Lorena
The snow is on the grass again
The sun's low down the sky, Lorena,,,”

(“Los años pasan tan despacio, Lorena,
La nieve cae sobre la hierba de nuevo,
El sol está bajo en el horizonte, Lorena…”)

Lorena se escribió en 1856 y su título es una variación del Lenora de uno de los más famosos poemas de Edgar Allan Poe. Encubre el nombre verdadero (que, casualmente, era Ella) del amor perdido del autor de la letra, Henry D.L. Webster, que le dedica los tristes versos a los que puso música Joseph P. Webster.

En menos de diez años la canción se convirtió en un modo seguro de provocar nostalgia tanto en el frente como en el hogar, en las filas de la Unión o en las Confederadas.

Ha sido utilizada de forma memorable en otras películas, como en The Searchers (Centauros del desierto, 1956), donde es el tema dedicado a la cuñada de Ethan Edwards.

jueves, 19 de marzo de 2009

Imágenes del rodaje de "Lo que el viento se llevó"

Pocas personas sin conexión directa con Lo que el viento se llevó tuvieron acceso a los lugares de rodaje; después de todo, en los estudios se trabajaba duro en ésta y en otras películas, y no era cosa de molestar a los que estaban embebidos en sus respectivas tareas.

Siempre había lugar para alguna que otra visita organizada en honor de una celebridad que quería echar un vistazo y confraternizar por unos momentos con las estrellas, porque esas excepciones tenían valor publicitario.

De vez en cuando Selznick hacía la vista gorda, en pro de las buenas relaciones públicas y de negocios, como sucedió durante el rodaje de la barbacoa en Doce Robles, en Pasadena.

Howard Hall, un conocido empresario de Iowa, pasaba unos días en California en marzo de 1939; Ann Robinson, esposa de uno de sus amigos, trabajaba en GWTW (era la doble de luces de Olivia), por lo que no le fue difícil obtener permiso para echar un vistazo a la película entre bastidores; aún más, se las arregló para filmar algunas imágenes con su cámara de 16mm y en color.

Ese metraje reapareció 60 años después, entre las películas familiares de los Hall, y, por lo que sabemos, suma por ahora unos dos minutos y pico, en los que se puede ver a Vivien fumando un cigarrillo mientras le retocan el maquillaje, Leslie con su pipa, Selznick conversando con varias personas, Clark tomándose un descanso en su silla, los dobles de luces en sus puestos y los cientos de extras en los jardines…

En fin, todo un tesoro por la rareza que constituyen este tipo de imágenes de Gone With the Wind, pues, aunque existen muchas fotos fijas, las otras filmaciones del rodaje que han salido a la superficie son las de la noche del “incendio de Atlanta” (aunque, desgraciadamente, no inmortalizaron “el momento”).

Howard Hall contaba en una carta que también había recibido un beso de Olivia de Havilland, unos fotogramas que todavía se buscan, porque hay casi cuarenta años de películas caseras que la fundación Brucemore se ocupa de clasificar.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Lista de bajas (XIV)

Las personas que habían participado en la confección de la novela y en la producción de la película alcanzaban ya en los años 70 del siglo pasado unas edades bastante respetables; seguían sucediéndose las ediciones de Lo que el viento se llevó, y el largometraje continuaba siendo un campeón de taquilla y se convertía en un monumento a una época del cine ya superada por varias generaciones de artistas a uno y otro lado de la cámara, que tomaban el relevo de aquellos que se despedían:

1972:
Ross B. Jackman, 78. (Departamento de accesorios especiales)
Isabel Jewell, 65. (Emmie Slattery).
Edward P. Lambert, 90. (Vestuario)
Harry Strang, 80. (Sargento, ayudante de Tom)
Guy Wilkerson, 72. (Herido que juega a las cartas)
Florence Yoch, 82. (Arquitecta paisajística, concepción de Tara)

1973:
Mary Carr, 99 (En la estación, permiso de Ashley)
Gladys Hanson, 90. (Asesora de acentos en las pruebas de pantalla)

martes, 17 de marzo de 2009

Los besos que el viento se llevó

Las raíces irlandesas de Margaret Mitchell y de la protagonista de su novela, hija de un irlandés del Condado de Meath que puso a su plantación el nombre de la última sede de los reyes irlandeses, no fueron credenciales suficientes para que la censura dublinesa hiciera la vista gorda y permitiera que Lo que el viento se llevó se estrenara tal y como Selznick la había entregado a los distribuidores, con las bendiciones de la Oficina Hays.

Los primeros espectadores irlandeses se perdieron todos los besos y abrazos entre Rhett y Escarlata, que fueron considerados demasiado apasionados para la sensibilidad de la época y de la población local y, por lo tanto, se suprimieron sin ningún miramiento, así como el parto de Beau y las referencias a la concepción de bebés.

Más de una docena de cortes, suficientes para convertir GWTW en algo incomprensible, como justamente clamaban los distribuidores, que, en un principio, se negaron a que tal engendro se proyectase. El censor no cedió ni un ápice y fue la versión expurgada la que llegó a las pantallas.

lunes, 16 de marzo de 2009

Los dejaban como viejos

Ya hemos hecho alusión en algún otro momento al equipo encargado de dar al vestuario de Lo que el viento se llevó (y de otras muchas películas) el aspecto deteriorado que la guerra y la penuria exigían. Incluso los modelos de los actores principales pasaban por un tratamiento inclemente en manos de estos especialistas, que estaban siempre experimentando con instrumentos variopintos y fórmulas extrañas para lograr el efecto deseado.

Hasta nosotros ha llegado una de las recetas que empleaba el experto Bill Durant cuando se ponía a la tarea de destrozar, literalmente, las impecables creaciones de sus compañeros diseñadores, sastres y costureras, y que utilizó en cantidades industriales durante el rodaje de Gone With the Wind: además del abridor de botellas de cerveza que ya hemos citado, los trajes y vestidos recibían una buena ración de pulverizaciones de una combinación de aceite de linaza, tierra de sombra quemada, negro de humo, esteatita y secante rápido para pintura.

Las “armas” de Mary Madden, otra de las personas cuya misión era envejecer convincentemente las prendas y cuyo nombre nos ha llegado, eran, entre otras, cuchillos, papel de lija, peines con puntas de acero…

domingo, 15 de marzo de 2009

Luces como las de Tara

El cine, como la literatura y el resto de las artes, ha impuesto modas y ha modificado el nombre de objetos y costumbres que ya existían antes de que una película los hiciera populares o los rescatara del olvido para darles una nueva vida comercial.

De la misma forma que las chaquetas que llevaba la segunda señora de Winter en Rebeca, que ya eran conocidas y llevadas por miles de mujeres antes de la película de Hitchcock, pasaran a ser universalmente “rebecas”, o el tipo de escote que lucía Audrey Hepburn en Sabrina se llama desde entonces “escote Sabrina”, Lo que el viento se llevó también hizo su aportación, pues desde el estreno de la película se dio en llamar a un determinado tipo de lámparas “Gone With the Wind Lamp”.

Las lámparas en cuestión (dos globos superpuestos, decorados con motivos florales, unidos por un portalámparas de bronce y con un pedestal también de bronce o hierro) eran de uso bastante común en el siglo XIX; aunque algunas fuentes indican que datan de un poquito después de la guerra, son plenamente victorianas.

Las vemos, por ejemplo, cuando Gerald espera la llegada de Ellen en el despachito de Tara y en diversas ocasiones y modelos según avanza la película.

No habían tenido un nombre en particular hasta que se estrenó GWTW: se conocían como lámparas decoradas, de mesa, de comedor o, muy apropiadamente, “hurricane lamps”; hoy pueden encontrarse todavía piezas genuinas de la época, reproducciones y adaptaciones que funcionan con electricidad en lugar del aceite que se empleaba en un principio.

sábado, 14 de marzo de 2009

La biblioteca de GWTW

El lector ya habrá advertido que es imposible abarcar en unas someras entradas todos los detalles sobre Lo que el viento se llevó; a veces nos quedamos cortos para no abrumar con datos y fechas, pero, para ampliar información, siempre se puede recurrir a uno o varios de estos títulos, que son los que utilizamos en Viento Escarlata o están en lista de espera para ser leídos (o adquiridos, en muchos casos) y comentados:

David O. Selznick's Hollywood, por Ronald Haver.

Lo que el viento se llevó/Robin de los Bosques, por Javier Coma.

Memo from David O. Selznick, de Rudy Behlmer.

Selznick's Vision: "Gone With the Wind" & Hollywood Filmaking, de Alan David Vertrees.

The Complete "Gone With the Wind" Trivia Book, por Pauline Bartel.

Margaret Mitchell's "Gone With the Wind" Letters, 1936-1949, compilado por Richard Harwell.

Road to Tara, por Anne Edwards. (Biografía de Margaret Mitchell)

George Cukor, por Patrick McGilligan.

"Gone With the Wind" on Film: A Complete Reference, por Cynthia Marylee Molt.

A Child of the Century, de Ben Hecht.

Margaret Mitchell & John Marsh: The Love Story Behind "Gone With the Wind", por Marianne Walker.

They Still Call Me Junior, de Frank Coghlan, Jr.

Long Live the King, por Lyn Tornabene. (Biografía de Clark Gable)

Vivien Leigh, de Hugo Vickers. (Actualizado en 2008)

The King: A Biography of Clark Gable, por Charles Samuels.

A Quite Remarkable Father, por Leslie Ruth Howard. (Biografía de Leslie Howard)

Showman: The Life of David O. Selznick, por David Thomson.

Margaret Mitchell of Atlanta, de Finis Farr.

Stuntman, por Yakima Canutt.

Feminidad y mascarada en "Lo que el viento se llevó" y "Jezabel", de Eva Parrondo-Coppel.

Narración, tiempo y cohesión del relato en “Gone With the Wind”, de Vicente J. Benet.

Vivien: la vida de Vivien Leigh, por Alexander Walker.

The Filming of “Gone with the Wind”, por Herb Bridges.

Hollywood Be Thy Name, por William Bakewell.

Hattie: The Life of Hattie McDaniel, por Carlton Jackson

*Hattie McDaniel: Black Ambition, por Jill Watts.

Tara Revisited, por Malcolm Vance.

The Oliviers, por Felix Barker.

Hitchcock y Selznick, por Leonard J. Leff.

The Complete "Gone With the Wind" Sourcebook: The Complete Guide for Every Fan, por Pauline Bartel.

Looking for Tara: The "Gone With the Wind" Guide to Margaret Mitchell's Atlanta, de Don y Kay O’Briant.

*In Search of My Father, por Ronald Howard.

Strange Tales of "Gone With the Wind", de Norman Shavin y Austin McDermott.

The Story of "Gone Wind the Wind", por Bob Thomas

Selznick: The Man Who Produced "Gone With the Wind", por Bob Thomas.

The Selznick Players, de Ronald Bowers.

Scarlett O’Hara’sYounger Sister y *I’ll think about that Tomorrow, por Evelyn Keyes.

A Celebration of "Gone With the Wind", por Adrian Turner.

George Cukor, por Augusto M. Torres.

Backstory. Conversaciones con guionistas de la Edad de Oro, por Pat McGilligan.

Scarlett’s Women. “Gone With the Wind” and its Female Fans, por Helen Taylor.

Lo que el viento se llevó, Fascículo 1 de la colección Cine & Música, de Salvat.

The Private Diary of Scarlett O’Hara, de Cathy E. Crimmins y Thomas Maeder.

The Irish Roots of Margaret Mitchell's "Gone With the Wind", por David O’Connell.

Lo que el viento se llevó, Aymá, 11ª Edición, Barcelona, 1978; Ediciones B, Barcelona, 1992; Pan Books, 1988.

*El vuelo de Ibis, por José Rey-Ximena. (Sobre los últimos días de Leslie Howard).

Crowning Glory: Reflections of Hollywood’s Favorite Confidant, por Sydney Guilaroff.

The Official "Gone With the Wind" Companion: The Authorized Collection of Quizzes, Trivia, Photos- And More, por Stephen J. Spignesi.

Million Dollar Legends Margaret Mitchell and "Gone With the Wind", de Norman Shavin y Martin Shartar.

White Columns in Hollywood: Reports from the "Gone With the Wind" Sets, por Susan Myrick.

*Victor Fleming, de Michael Sragow.

*Butterfly McQueen Remembered, por Stephen Bourne.

“Gone With the Wind” Literary Study Guide (MaxNotes) a cargo de Gail Rae Rosensfit.

**Now Is The Time, por Olivia de Havilland.

**The Making of a Classic: The Story of Margaret Mitchell and Gone With the Wind, de Sally Tippet Rains.

Technical Advisor: The Hollywood Journals of Wilbur G. Kurtz, editado por Richard Harwell.

Light of a Star: Vivien Leigh, por Gwen Robyns


*Todavía no lo hemos leído.
**Próxima publicación

viernes, 13 de marzo de 2009

Unos letreros vejatorios

Las anécdotas sobre Lo que el viento se llevó surgieron ya con los primeros párrafos de la novela que se escribieron y continúan hoy surtiéndonos de material para Viento Escarlata.

De entre las más recientes, unas tienen que ver con las actividades actuales de los veteranos relacionados con GWTW y algunas se remontan a la década de los 30 pero no habían sido hecho públicas hasta ahora; la que resumimos hoy pertenece a este último grupo y la cuenta el actor y músico Lenny Bluett, que era un adolescente en la época del rodaje de Gone With the Wind, en el que participó como extra.

En el vídeo, Bluett relata su estupefacción cuando advirtió que en los servicios portátiles instalados en Forty Acres había carteles que indicaban cuáles debían ser usados por los actores y extras blancos y cuáles por los negros. Lenny no esperaba que aquel tipo de discriminación estuviera vigente en California y, ofendido, recurrió a lo más alto: al “Rey”:

“Señor Gable, tengo un grave problema que me afecta a mí y a los míos ¿podría venir conmigo? Me gustaría enseñarle algo”, le pidió, y Clark fue con él. Bluett le enseñó los carteles y Gable comprendió a qué se refería. Cogió uno de los teléfonos colocados en los alrededores: “¡Póngame con Vic!”, ordenó Clark, que lanzó un ultimátum: “Si no se quitan esos malditos letreros ahora mismo, os quedáis sin Rhett Butler.”

El resultado es fácil de adivinar.

Gable no se distinguía por su amplitud de miras en muchos otros asuntos, pero aquí supo estar a la altura.

Y ya que estamos a “viernes y trece”, ahuyentemos la mala suerte tocando madera y entonando Knock on Wood, una canción que Lenny Bluett estuvo a punto de interpretar en Casablanca, en lugar de Dooley Wilson. Lenny, que ya por entonces ocupaba como dos Humphrey, era el hijo de la cocinera de Bogart y tocaba muy bien el piano, así que no es extraño que se pensara en él para el papel de Sam. Pero era demasiado joven (y alto) para ser el compañero de Rick. Muchos años después, cuando en la verdadera Casablanca se abrió un local inspirado en el Rick’s, Bluett sí estuvo tras el piano.

jueves, 12 de marzo de 2009

Terreno abonado para la parodia

Clare Booth Luce empleó como punto de partida para su obra de teatro de 1938 Kiss the Boys Goodbye la bien publicitada “búsqueda de Escarlata O’Hara” que emprendió Selznick para encontrar a los actores ideales para Lo que el viento se llevó.

Autora también de The Women, en la que se basó la película de Cukor que reunía a unas cuantas candidatas a Escarlata descartadas, la señora Luce pretendía que esta obra se viera como una alegoría del ascenso del fascismo en los años 30 y sus partidarios en Estados Unidos, pero la crítica se fijó más en las puyas que lanzaba al frenético bombardeo de noticias sobre los hallazgos para GWTW y a la maquinaria publicitaria de Hollywood. Por cualquiera de las dos razones, Kiss the Boys Goodbye fue un éxito.

El libreto gira en torno a la búsqueda de intérprete perfecta de Velvet O’Toole, compendio del encanto sureño, para una película titulada Kiss the Boys Goodbye (Un beso de despedida para los muchachos, para entendernos), cuyo argumento transcurre en la época de la Guerra Civil.

El director ha “descubierto” a la hija de un congresista sureño y la va a presentar al productor, que es quien tiene la última palabra… la cosa se complica, con la intervención de periodistas de diferentes opciones políticas, movimientos en la sombra e intrigas entre bastidores.

Pocos años después la obra fue adaptada al cine (Buscando fama, 1941), despojada de casi toda su base política para convertirse en una comedia musical de la Paramount.

La censura en el cine era mucho más férrea que la que podía haber sobre el teatro, y gran parte del diálogo de la obra, con contenido sexual y político, jamás podría haberse puesto en celuloide en 1941, así que, como de costumbre, se conservó el título y un poco de la línea argumental, se incluyeron unos cuantos números musicales y se siguió haciendo bromas acerca de la monumental maniobra ideada por Selznick para que GWTW estuviera siempre en el candelero durante los años que tardó en empezar a rodar la película.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Lecturas preferidas de los estadounidenses

Hace un año, el 11 de marzo de 2008, la empresa de encuestas Harris daba comienzo a un sondeo para determinar cuál era el libro favorito de los estadounidenses. A lo largo de una semana se recogieron las opiniones de más de 2.500 ciudadanos mayores de edad, cuyas respuestas colocaron a la Biblia en cabeza y, en segundo lugar, a Lo que el viento se llevó. Les siguen El señor de los Anillos, los libros de Harry Potter y The Stand (La danza de la muerte, de Stephen King).

La encuesta revela, entre otras cosas, la preferencia de las lectoras por la novela de Margaret Mitchell, siempre tras los textos sagrados, y también que son los mayores de 40 años los que todavía guardan cariño a las aventuras de Escarlata O’Hara. GWTW es, aparte de la Biblia, el libro más antiguo que aparece en esta encuesta.

martes, 10 de marzo de 2009

El viento en vinilo

Los espectadores de hoy estamos acostumbrados a que, al final de los títulos de crédito, se nos invite a adquirir la banda sonora de la película que acabamos de ver; se relaciona no sólo el compositor de la música original sino también los títulos e intérpretes de las piezas que se han tomado prestadas y de las canciones compuestas expresamente para la ocasión, y se nos recuerda que la banda sonora, editada por tal firma, se puede comprar en diversos formatos.

La situación en 1939 era muy distinta: pocos pensaban que se podría obtener algún beneficio sacando al mercado la música de una película independientemente de la misma.

Selznick fue uno de los primeros en intentarlo y propuso la idea a la CBS, ya a finales de 1939, pero no tuvo éxito. Hasta entonces las compañías habían editado algunas canciones de éxito de películas musicales, alguna que otra de un melodrama o comedia, pero no se vendían “bandas sonoras originales” tal y como ahora entendemos el concepto.

Una grabación de la banda sonora de Lo que el viento se llevó no vió la luz hasta 1954 y era una suite de media hora de duración con orquestaciones del compositor, que Steiner ya había interpretado en público unos años atrás. Era necesario editar la música y reordenar los cortes para que cupieran en cada cara del disco.
Es un LP a 33 revoluciones por minuto. La referencia para coleccionistas e interesados es RCA VICTOR, 1954/ LPM-3227 (10")

lunes, 9 de marzo de 2009

Tensiones palpables

No es una regla infalible, pero muchos veteranos del espectáculo sostienen que unos ensayos o un rodaje que vayan como la seda no son garantía de que la función o la película vayan a dar como resultado un buen producto. Podríamos citar excepciones a puñados, pero, si las tensiones en los platós son augurio de un final feliz, Lo que el viento se llevó podría ser un buen ejemplo.

Si nos guiamos por la opinión de un testigo de primer orden, la mano derecha de Selznick, la legendaria Marcella Rabwin, las chispas estaban siempre a punto de saltar en el rodaje de GWTW:

“Fue un caso de profundo caos… Nunca había visto tanta hostilidad… Leigh odiaba a Fleming. Con pasión. Fleming la odiaba a ella. Clark Gable odiaba a David… Todo el mundo odiaba a David… Interfería en todo. Todo tenía que ser hecho y rehecho.”

La sangre no llegó al río, aunque en algunos momentos se temió que las miradas se convirtieran en puñales, como cuando Fleming se hartó de las puntualizaciones de Vivien sobre el carácter de Escarlata y le lanzó el guión a la cara. Gable no se compenetró con Cukor, Klune se encaró con Fleming, Hecht se negó a trabajar unos días más en el guión después de las primeras jornadas, los del equipo de fotografía gruñían entre dientes imprecaciones contra la señora Kalmus…

Había mucho temperamento reunido aquellos días en unos cuantos metros cuadrados, pero el roce engendra el cariño y también hubo momentos para relajarse y conocerse mejor. Los buenos modales y la admiración mutua acabaron por limar las asperezas, o enterrarlas de manera civilizada, y, al menos en público, el equipo de Gone With the Wind aprendió a convivir.

Como era habitual en él, Selznick podía poner al límite los nervios de cualquiera, pero luego era capaz de hacerse perdonar con un detalle inesperado. Aunque se le olvidó dar a su estrella masculina una participación económica más justa, en la proporción de los beneficios que supuso la película, el productor agradeció la dedicación de Gable en los tortuosos días del rodaje de Lo que el viento se llevó, y le envió un escritorio que durante años estuvo en el rancho de Clark.

domingo, 8 de marzo de 2009

Selznick escribe a la Warner Bros.

Groucho Marx se lo pasó pipa, y consiguió mucha publicidad para A Night in Casablanca (Una noche en Casablanca, 1946), al escribir una serie de cartas a la Warner en las que “explicaba” cuál era el argumento de la película que preparaban y argumentaba que tenían tanto derecho a utilizar "Casablanca" en el título como lo habían tenido los productores del largometraje ganador del Oscar de 1942.

La Warner sólo pretendía asegurarse de que no se iba a plagiar nada de la Casablanca de Bogart y Bergman y que tampoco se iba a hacer una parodia brutal que dejara en mal lugar su película. Groucho aprovechó para montar un absurdo y memorable intercambio epistolar a costa del episodio.

Selznick se tomaba tan en serio Lo que el viento se llevó como los hermanos Warner su Casablanca de unos años después, y, en plan didáctico, no dudó en comunicar sus impresiones sobre Jezebel (Jezabel, 1938) tras asistir a un pase previo de la película de ambiente sureño que protagonizaba Bette Davis… y que producía Warner Bros.

La obra de teatro de Owen Davis precedió en tres años a la novela de Margaret Mitchell, pero sólo tuvo 32 representaciones y sus detalles no eran tan conocidos para el gran público como lo fueron los de Lo que el viento se llevó desde el día de su publicación.

En su misiva del 8 de marzo de 1938, el productor de GWTW ponía por escrito sus temores, un tanto interesados, de que el público creyera que Jezabel tomaba algunos episodios de la novela de Margaret Mitchell, cuya adaptación a la pantalla preparaba él mismo. Eso, decía, sería malo para Jezabel (y fatal para Lo que el viento se llevó, podría añadirse, ya que los espectadores podrían pensar más adelante que Selznick había copiado a la Warner).

La solución que brindaba para evitar problemas a tan “distinguida y costosa” película de sus colegas era eliminar unos cuantos “momentos innecesarios”. No se podía evitar que, aunque la acción ocurriera unos años antes de la Guerra Civil, ciertas actitudes y personajes recordaran a los de GWTW, pero, para Selznick, a la Warner le iría mejor si suprimiera cualquier alusión a pellizcarse las mejillas para que adquirieran un sano rubor y, sobre todo, una conversación de los hombres, sentados a la mesa, sobre las diferencias entre el Norte y el Sur (que efectivamente desapareció en el montaje final de Jezabel)…

Selznick no se olvidó de felicitar a sus rivales por un espléndido trabajo, pero también se ofreció a facilitar a la Warner un detallado estudio comparativo entre Jezabel y Gone With the Wind para que las semejanzas quedaran bien a la vista… y fueran corregidas, por supuesto, “para que el éxito que vuestra película merece no se frustre por cualquier sospecha de intentar sacar provecho de un trabajo tan querido por el público.”

sábado, 7 de marzo de 2009

Dos secuencias, un vestido

Escarlata se ha convertido en toda una mujer de negocios; al tiempo que gana clientes, pierde la consideración de los ciudadanos de Atlanta, que ven cómo la señora Kennedy mantiene tratos con los yanquis… ¡y en plena calle!

Para esta secuencia en la que comprobamos la habilidad como tratante en madera de la protagonista de Lo que el viento se llevó, Plunkett echó el resto, con un modelo elaborado, lleno de detalles y muy cuidado. Como en los créditos de las antiguas películas de la Universal, “un buen vestido merece repetirse”, por lo que esta creación es más conocida como “el vestido del ataque en Shantytown”, ya que Vivien Leigh y sus dobles lo llevaron en los planos que se refieren a ese malhadado viaje al aserradero.

La pana es la base de este vestido; tanto la falda como la parte superior son de color azul con bordados en algodón negro que forman ondulaciones. La falda se parte por el medio, con los bordes rematados en algodón negro, y una banda ancha y negra rodea esta parte a unos 30 centímetros del borde inferior. Los puños de las mangas están rematados por muselina blanca, a juego con el cuello.

Este modelo se empleó, con algunas modificaciones, en al menos una película posterior, The Sombrero Kid (1942).

viernes, 6 de marzo de 2009

Lista de bajas (XIII)

Habían pasado ya 30 años desde el estreno de la película; varios departamentos de la producción de Lo que el viento se llevó perdieron valiosos componentes en los años 1970 y 1971, y el reparto también sufrió bajas:

1970:
Ernest Haller, 74. (Fotografía). Accidente de carretera.
Si Jenks, 94. (Un yanqui en las calles de Atlanta).
Alfred Newman, 69. (Compuso la fanfarria de la Selznick International Pictures)
Robert B. Sinclair, 65. (Búsqueda de los intérpretes). Homicidio.
Blue Washington, 72. (Atacante en Shantytown).

1971:
Cliff Edwards, 76. (El soldado que rememora, en el hospital)
Raoul Freeman, 77. (Extra; metraje suprimido)
Azarene Rogers, 75. (Una doncella en Doce Robles)
Oscar Serlin, 70. (Cazatalentos)
Ralph Slosser, 79. (Ayudante de dirección)
Max Steiner, 83. (Compositor)

jueves, 5 de marzo de 2009

Batallas en diversos frentes

Además de la lucha diaria por sacar una película adelante, con los miles de detalles habituales, Selznick tuvo que enfrentarse a controvertidos asuntos que provocaron airadas protestas y que procuró manejar con mano izquierda en su intento de que Lo que el viento se llevó agradara a la mayoría y siguiera siendo lo más fiel posible al libro en que se basaba.

El productor suavizó los asuntos más delicados de la novela, como las alusiones a cierta organización racista, atendió (siempre desde la perspectiva de finales de los años 30) las quejas sobre la polémica imagen que se ofrecía de la esclavitud, soportó las protestas por haber elegido a una actriz inglesa para interpretar a una sureña, por tardar tanto en poner en marcha la producción, por inundar el mundo de publicidad sobre GWTW, explicó que el fuego no correspondía al incendio de Atlanta por Sherman…

No quedó requerimiento sin estudiar; por ejemplo, los miembros del G.A.R. (Grand Army of the Republic, la Asociación de Veteranos del Ejército de la Unión) hicieron llegar a Hollywood su malestar por el ultraje que para ellos representaba que el intruso que intenta saquear Tara fuera caracterizado claramente como un soldado del Norte.

Transmitieron su preocupación porque la película mostrara a un miembro del Ejército de la Unión como un ladrón, un libertino y saqueador; les constaba que se habían dado órdenes estrictas de respetar las propiedades privadas del enemigo y algunos miembros que habían luchado con Sherman así lo atestiguaban.

Así, aunque la novela se refería a un “yanqui de la Caballería” (“a Yankee cavalryman”), con guerrera y gorra azules incluidas, el equipo de GWTW, con el asesor histórico Wilbur Kurtz cuidando todos los detalles, desdibujó en lo que pudo la identidad del “desertor”.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Luz sobre la estrella de "Lo que el viento se llevó"

Las biografías ocupan un lugar importante en nuestra biblioteca sobre Lo que el viento se llevó; cada volumen aporta algo nuevo, una perspectiva diferente de la persona cuya vida y carrera se relatan, y es muy interesante comparar las diferentes versiones y tratamientos según pasan los años y los investigadores y escritores tienen acceso a nuevos materiales de documentación o la distancia con el sujeto del libro permite una visión más objetiva (o menos sentimental) que cuando el protagonista estaba todavía vivo o su muerte relativamente cercana a la edición.

Light of a Star: Vivien Leigh, por Gwen Robyns, se publicó al año siguiente de la muerte de la intérprete de Escarlata O’Hara y Blanche Dubois y es, por lo tanto, la primera biografía completa de la actriz.

Robyns admitió que la “definitiva” historia de Vivien no podría ser escrita en mucho tiempo, pero su libro nos permite atisbar en los aspectos fundamentales de la vida y carrera de Leigh; sin ser sensacionalista, no pasa de largo por las flaquezas, que quedan compensadas por la vitalidad, la generosidad, el talento y la arrolladora voluntad de Vivien Leigh. El volumen contiene anécdotas que se contaban por primera vez y una buena selección de fotos.

martes, 3 de marzo de 2009

Plegarias en familia

Los O’Hara eran católicos y rezaban el rosario al terminar la jornada, con mayor o menor devoción dependiendo de cada uno, como vemos en los primeros capítulos de la novela.

Esa tarde de abril la mente de Escarlata vaga por caminos nada devotos, pues está pensando en Ashley y sus respuestas son automáticas, cuando no se olvida de ellas hasta que la mirada de su madre le recuerda dónde está y qué están haciendo; Gerald, como de costumbre, no encuentra su rosario y cuenta las Avemarías con los dedos, y Carreen, la más pequeña de la casa, se adormece por estar levantada a una hora tardía para ella.

En la película también vemos rezar a la familia, pero en este caso se trata del Yo, pecador, una oración también católica pero que no suele recitarse durante el rosario ni fuera del acto penitencial, ya sea incluido en la Misa o en el sacramento de la confesión.

Todavía no hemos encontrado una explicación para el cambio en la adaptación a la pantalla de Lo que el viento se llevó, y sólo podemos conjeturar que alguien debió de sugerir que el Rosario y la Letanía de la Virgen, devociones dedicadas a María, podrían parecer muy extrañas a la mayoría del público en Estados Unidos y molestar a buena parte de los protestantes, pues algunas denominaciones se oponen con firmeza a estas oraciones.

El Yo, pecador que oímos en GWTW es la versión tradicional de la oración, que, como otras, ha cambiado con los tiempos pero es la que estaba vigente tanto en la época en que transcurre la acción como cuando se escribieron la novela y el guión.

lunes, 2 de marzo de 2009

Amor sin barreras

La fama de Lo que el viento se llevó y el impacto de la última frase de Rhett Butler llegan hasta el más allá, como podemos comprobar en Corpse Bride (La novia cadáver, 2005).

La referencia es un poquito anacrónica, puesto que la acción de esta lírica película de Tim Burton se sitúa a finales del siglo XIX, unos cuantos años antes de que Mitchell y Selznick popularizaran la que se iba a convertir en la frase más famosa del cine, según la encuesta del AFI.

Hay un momento en que una pareja, que había estado separada por cuestiones de estado (físico), tiene ocasión de reencontrarse. La parte femenina pone ciertas objeciones a reanudar las relaciones, sobre todo porque él ha estado ausente quince años. Alfred no cree que eso sea un obstáculo: “Frankly, my dear, I don’t give a damn!", exclama, y se une con Gertrude en un abrazo apasionado, a los sones del tema de Tara.

El doblaje utiliza la variación “Francamente, querida, eso no me importa”, y la traducción en los subtítulos se inclina por “Francamente, querida, me importa un bledo”.

domingo, 1 de marzo de 2009

El baile del escándalo

A Margaret Mitchell no le gustaba nada que encontraran paralelismos entre ella y el personaje principal de su novela pero, como buena escritora, sabía transformar las experiencias propias para prestárselas a los entes de ficción.

En Lo que el viento se llevó varios acontecimientos de su vida encuentran ecos en las peripecias de Escarlata y otros personajes.

Uno de los más conocidos puntos de referencia ocurrió el 1 de marzo de 1921, cuando Margaret y un amigo interpretaron una descocada “danza apache” en el baile benéfico que organizaban las D.A.R. (Daughters of the American Revolution, la asociación de mujeres con antepasados que lucharon en la guerra de la Independencia).

Las chicas de Atlanta que preparaban su presentación en sociedad aquella temporada quedaron horrorizadas por el espectáculo, por no hablar de las matronas presentes, que se esperaban algo más tranquilo o una pieza basada en las tradiciones de los nativos americanos, pero no algo extraído directamente de The Four Horsemen of the Apocalypse (Los cuatro jinetes del Apocalipsis, 1921), la película que había visto la pareja varias veces para tomar ejemplo de Valentino y su famoso tango*.




El escándalo estaba servido; aquellos violentos pasos de baile en el hotel Georgian Terrace le costaron a Margaret Mitchell no ser invitada a formar parte de la Junior League, que tampoco estaba muy conforme con algunas otras actividades de la futura autora de Gone With the Wind, como su trabajo voluntario en las clínicas para negros de la ciudad.

La reputación de Escarlata O’Hara ante la sociedad de Atlanta comienza a disminuir con su presencia en el bazar benéfico para recaudar fondos para los hospitales. Melania aplaca las primeras críticas, pero el bailar en público, aunque sea con el héroe del momento, y llevando además luto por el esposo muerto por la Causa, no contribuye en nada a que la viuda Hamilton mantenga las simpatías de “la vieja guardia”…

Mitchell no olvidó la exclusión de la que había sido objeto y, además de recordar el incidente en la novela, excusó su presencia en el baile que organizaba en su honor la Junior League el día anterior al estreno de la película en Atlanta, en diciembre de 1939.


*Los “apaches” eran delincuentes de los bajos fondos de París a principios del siglo XX, especialmente los que provenían de los alrededores de la calle de Lappe; se trataba de jóvenes reunidos en bandas que se diferenciaban por su vestimenta y por el gusto por exhibirse, amén de sufragar su modo de vida por medio del robo, la extorsión, el proxenetismo y otros tipos de delitos.

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