martes, 21 de abril de 2009

Tocayas sin el consuelo de la fama

Volvemos a uno de nuestros asuntos recurrentes, el precio de la fama y cómo la vida de Margaret Mitchell se alteró con el éxito de Lo que el viento se llevó:

Hemos de recordar que era una persona celosa de su vida privada pero también muy dada a detalles excéntricos que hacían que el foco de atención cayera sobre ella, como cuando, de recién casados, los Marsh colocaron en el exterior de su apartamento sendas tarjetas: una ponía “John R. Marsh”, y la otra “Margaret Mitchell”; reafirmaba su identidad, pero en aquella época el detalle causó tantas sonrisas como miradas de desaprobación dignas de la Vieja Guardia ante los desvíos de Escarlata del férreo código de comportamiento de Atlanta.

Margaret, que estaba feliz de ser “la señora de John Marsh”, utilizó su nombre de soltera para firmar la novela. Pero en Atlanta, por entonces, había al menos otras cuatro Margaret Mitchell en el listín telefónico, y la vida debió de convertirse en una pesadilla para ellas, pues poco después de la publicación de GWTW les llovieron las llamadas, cartas y telegramas, no sólo de los caballeros de la prensa, sino también de los miles de lectores que, por alguna razón, querían ponerse en contacto con la escritora, por no hablar de los sempiternos bromistas desocupados.

Seguro que estas “Margaret Mitchell” que no habían escrito Gone With the Wind tuvieron que hacer acopio de paciencia y resignación comparables a las de Melania Hamilton.

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