lunes, 6 de abril de 2009

Miles de personas para 6 kilómetros de película

A lo largo de la historia del cine ha habido dos corrientes fundamentales que atribuyen la autoría de una película bien al productor o bien a su director. Pero ninguno de ellos puede dejar su huella personal en el producto final si no cuenta con la colaboración de un equipo a sus órdenes, más o menos numeroso. La duración de los títulos de crédito nos hace conscientes de la cantidad de personas que intervienen en la realización de una película, y es una aventura apasionante intentar averiguar a qué se dedica cada una y cuál es el título por el que se le designa.

En los títulos de Lo que el viento se llevó, según la costumbre de la época, se cita al responsable de cada departamento, a los actores principales y a un puñado de actores con frase. Por supuesto, la relación completa de los que estaban en nómina en Loew’s y la Selznick International hubiera dado tiempo a escuchar toda la banda sonora de GWTW mientras sus nombres aparecían en pantalla si se siguiera la pauta actual.

Habría que empezar por las secretarias de Selznick, verdaderas heroínas envueltas en una batalla perdida contra los memorandos, seguir por su secretaria personal, la legendaria Marcella Rabwin, y continuar por el departamento de lectura de guiones y material susceptible de ser llevado a la pantalla, con sus oficinas en Los Angeles y Nueva York… hasta llegar al equipo de publicidad encargado de todos los detalles del estreno y de la exhibición en los meses posteriores.

Contables, abogados, mecanógrafas, costureras, dibujantes, carpinteros, iluminadores, encargados de césped, especialistas en documentación, cámaras, conductores, cuidadores de animales, tramoyistas, operadores de cámaras, directores de reparto, coreógrafos, chicos de los recados, telefonistas… un contingente casi sin fin, enorme y profesional, cuya misión es hacer realidad la visión del director… o del productor, en este caso.

Toda esa gente (y sus sucesores de hoy) se ganaba su sueldo, no cabe duda, y en tareas que a veces nos pueden parecer absurdas a los “civiles”, pero que tienen su significado (además de ayudarnos a ampliar nuestra colección de anécdotas sobre GWTW).

Por ejemplo: alguien se ocupó de calcular cuánto celuloide hubiera sido necesario para filmar toda la novela de principio a fin (un millón de pies, alrededor de 305 kilómetros) y cuántos días habría durado entonces la película (una semana de proyección continua). Al sumar toda la película empleada en el rodaje de Lo que el viento se llevó, la cifra supera esa estimación en 350.000 pies (casi 107 kilómetros), pero quedó reducida a unos meros 20.300 pies (6’2 kilómetros), que es la “longitud” definitiva de la película que lleva la firma de Victor Fleming.

Una bobina de película de 35 milímetros mide unos 1.000 pies y contiene aproximadamente unos 11 minutos… lo que nos lleva a unas 20 bobinas para proyectar GWTW en 1939. ¿Algún proyeccionista a la antigua usanza nos puede confirmar esta estimación? Sí, ya sabemos que hoy la podemos llevar en el bolsillo, pero…

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