sábado, 31 de mayo de 2008

"Yo soy como Atlanta"

Lo que el viento se llevó transcurre en su mayor parte en la ciudad de Atlanta durante la guerra de Secesión y los años posteriores, aunque comienza y “termina” en Tara y, en la película, hay un par de secuencias ambientadas en Londres y Nueva Orleáns. Por eso, la capital de Estado de Georgia, en el Sur de Estados Unidos, es tan protagonista de la historia como la propia Escarlata.

En la novela, Margaret Mitchell deja bien clara la identificación de Escarlata con la ciudad:

“Pero Atlanta era de su misma generación, inmadura, como corresponde a la juventud, y tan obstinada e impetuosa como ella (...) Como ella, la ciudad era una mezcla de lo nuevo y lo viejo en Georgia, en la que lo viejo perdía terreno frente a lo nuevo, vigoroso y obstinado...”

Como tantos otros lugares del país, Atlanta debe su fundación y prosperidad al ferrocarril. Primero fue un lugar llamado Terminus, más tarde Marthasville y por fin Atlanta, denominación que alcanzó en 1845, el año en que nació Escarlata. Hacia 1861 era un importante nudo ferroviario y contaba con unos diez mil habitantes. La guerra la transformó de una pequeña ciudad en un hervidero de gentes e industria.

Como Escarlata, la ciudad experimentará la indiferencia gozosa de la prosperidad antes de la guerra, el asedio despiadado durante la contienda y la destrucción, para iniciar luego una labor de reconstrucción donde el pasado no es más que un dulce recuerdo:

“...poseía una exuberancia y una osadía comparables a las suyas propias. “Yo soy como Atlanta —pensó—. Se necesita algo más que los yanquis o el fuego para que yo me rinda”.

Desde las “notas preliminares” de Sidney Howard para la película el paralelismo entre Escarlata y Atlanta fue dejado a un lado para dar mayor relevancia a otros detalles; pero la ciudad sigue estando presente en la producción cinematográfica y, de hecho, varias secuencias favoritas del público tienen lugar en ella, como la búsqueda del doctor Meade en la estación repleta de heridos, con su complicado travelling, o la huida de Escarlata, Rhett, Melania, su hijo y Prissy a través del fuego.

Atlanta, la cuna de Margaret Mitchell, fue visitada por muchos de los que participaron en la película: desde Kay Brown, con su búsqueda de intérpretes, hasta George Cukor, a mediados de 1937 para su trabajo de investigación sobre el ambiente del Sur y sus costumbres, pasando por Walter Plunkett, que diseñó el vestuario después de tomar una buena cantidad de notas. Sin embargo, David O. Selznick no pisó el Sur hasta el día del estreno de GWTW.

Para saber un poco más recomendamos un excelente libro: Looking for Tara: The Gone With the Wind Guide to Margaret Mitchell's Atlanta, de Don y Kay O’Briant, que nos lleva por lugares relacionados con la novela y la película pero también por la Atlanta del siglo XX.

viernes, 30 de mayo de 2008

Lágrimas fáciles y lágrimas difíciles

Como en todo melodrama que se precie, no podían faltar arrebatos lacrimales en Lo que el viento se llevó.

El arquetipo exige que las mujeres inunden la pantalla a la más mínima aflicción o contrariedad. Por eso no es extraño que Escarlata derrame unas cuantas lágrimas aquí y allá, las más recordadas en la crisis de llanto tras la muerte de Frank y en su último primer plano, desesperada por la marcha de Rhett.

La glicerina era muy útil en estos casos, pero Leigh se destacaba por su habilidad en llorar a voluntad, y tampoco fue necesaria cuando Selznick le negó permiso para ir a despedir a su amante, Laurence Olivier, que se iba al Este. Se cuenta que Leigh, prendada de los encantos del actor británico, pasó llorando toda la noche y a la mañana siguiente presentaba un rostro poco adecuado para los primeros planos. Selznick decidió aprovechar sus ojos enrojecidos para rodar la secuencia en la que Escarlata se lamenta por tener que llevar el poco favorecedor luto por Charles, lo que le daba oportunidad de llorar y arrojarse sobre la cama. Otras fuentes nos dicen que la escena que iba a rodarse era la del último plano y que el productor habría obligado a Vivien a aplazar su viaje para reunirse con Olivier…

Lágrimas y sonrisas han sido consideradas armas favoritas de las mujeres para conseguir de los hombres promesas y objetos. Escarlata es ducha en ese arte de humedecer sus ojos y emplear las lágrimas como argumento cuando le falla el resto de sus recursos. Sabe que todo caballero se sentirá culpable a la mínima gota y no duda en fingir desolado llanto cuando conviene a sus objetivos. Así, cuando Rhett la desenmascara en la cárcel recurre al llanto para intentar convencerlo; o, cuando Ashley le anuncia su decisión de marchar a Nueva York, rehusando trabajar en el almacén de maderas, Escarlata interpreta una convincente escena en la que cuenta con el apoyo de Melania.

Pero las más sorprendentes lágrimas de la película son las derramadas por Clark Gable, que casi pueden calificarse de históricas. La proverbial frase “los hombres no lloran” estaba grabada a fuego en el cerebro de la estrella más masculina del Hollywood dorado, que se negó en redondo a que Rhett Butler llorara abiertamente su culpabilidad por el aborto de Escarlata.

Carole Lombard le echó una mano a Selznick para tratar de convencer a su marido de que interpretara la escena con lágrimas incluidas. La actriz apeló a la profesionalidad para indicarle que sabía que tendría que hacerlo cuando aceptó interpretar a Rhett y que no podía volverse atrás.

También medió Olivia de Havilland, y hubo discursos sobre la universalidad del sentimiento que Rhett tenía que expresar, la autocompasión, que chocaron con la afirmación de Gable de que él no haría tal cosa en la vida real y tampoco en el cine delante de millones de personas.

Victor Fleming consiguió que accediera a un trato: rodarían dos versiones, una como quería el actor y otra con las lágrimas, y él mismo escogería después la que considerase mejor. Al final, Gable se inclinó por la que ahora conocemos.

jueves, 29 de mayo de 2008

A la caza del gazapo (XIII)

Uno de los deslices más famosos que podemos encontrar en Lo que el viento se llevó acontece en la secuencia en la que Melania y Escarlata atienden devotamente (bueno, la viuda Hamilton no tanto) a los heridos en un hospital de Atlanta.

Vemos a Vivien y a Olivia al pie del lecho de un soldado que cuenta a duras penas una anécdota sobre su hermano Jeff; las dos mujeres enrollan vendas, es de noche y la sala está muy poco iluminada. Tan poco, que parece mentira que se produzcan en la pared unas sombras tan enormes y más teniendo en cuenta el tamaño y la posición de la fuente de luz.

Y esas sombras tienen vida propia, porque sus movimientos no se corresponden en absoluto con los de las actrices que supuestamente debían originarlas…

Pero queda muy bonito…

miércoles, 28 de mayo de 2008

Firmado: Rhett Butler

En 1992 Robert Altman nos regaló The Player (El juego de Hollywood), un placer para los amantes del cine, como gran parte de su filmografía. Como se trata de una película sobre el mundo de las películas, el aliciente para el aficionado es incluso mayor, por la cantidad de referencias que podemos encontrar. No podía faltar una a Lo que el viento se llevó, y en buena compañía.

El protagonista es Griffin Mill, un ejecutivo de un estudio cuya principal tarea es escuchar o leer ideas que le presentan los guionistas y escritores, profesionales o no, y pasarlas al departamento correspondiente si las considera con posibilidades de convertirse en una película. Él no tiene la última palabra, pero es el filtro, la puerta (estrecha) por la que deben pasar primero las historias y, por lo tanto, tiene cierto poder y se atrae amistades y odios.

Mill comienza a recibir mensajes enigmáticos de quien supone que es un escritor rechazado en pasado y dolido por no haber vuelto a saber nada sobre “lo suyo” a pesar de las promesas… Uno de esos recados lo firma un tal “Joe Gillis*”, al que Griffin no acaba de identificar hasta que ata cabos:

"¡Ya sé quién es! La semana pasada dijo que era Charles Foster Kane, y luego, Rhett Butler." (En el original: "Oh, that guy. Last week he said he was Charles Foster Kane. A week before that it was Rhett Butler.")


*Joe Gillis es el guionista al que encarna William Holden en Sunset Blvd. (El crepúsculo de los dioses, 1950). Charles Foster Kane es, por supuesto, el protagonista de Citizen Kane (Ciudadano Kane, 1941).

martes, 27 de mayo de 2008

Resistencia pasiva

Al contrario que las dos actrices principales, que lucharon por conseguir sus papeles, los dos actores que encabezan el reparto de Lo que el viento se llevó no tenían muchas ganas de interpretar a Rhett ni a Ashley.

Gable fue encontrándose poco a poco más cómodo con Butler, pero Leslie Howard indicó que estaba cansado de personajes incoloros y pusilánimes y que sólo el espléndido sueldo que Selznick le ofreció le había convencido, porque así sufragaría sus propios proyectos. Además, le prometió ser productor asociado en la siguiente película en la que Howard iba a actuar, Intermezzo, aunque, con todos los retrasos de GWTW, el actor británico apenas tuvo tiempo de realizar esa tarea.

Profesional al fin y al cabo, Howard se limitó a comentarios más o menos sarcásticos sobre su apariencia en uniforme y otros aspectos de la producción, y no causó demasiados problemas cuando podría haber asumido una actitud mucho más beligerante.

Eso sí, no se había leído la novela, pero esa omisión la compartía con muchos de los participantes en el rodaje de GWTW. A Selznick no acababa de entrarle en la cabeza que uno de sus actores principales desconociera la fuente original de la película en la que trabajaba e incluso fuera negligente con el guión; el 27 de mayo de 1939, cuando a Leslie le quedaban un par de secuencias por rodar, le escribió:

“Querido Leslie: Te adjunto un ejemplar del libro que ya deberías haber leído, titulado Lo que el viento se llevó. Creo que tiene un gran futuro y podría resultar una excelente película.
En serio, recordarás que me prometiste solemnemente que no sólo que te sabrías la “escena del huerto” de arriba abajo, sino que leerías las páginas del libro del que provienen, para entender su importancia, y para comprender la detallada definición de Ashley que hay en ellas. No tendrás que leer mucho, sólo las páginas 525 a las 535, ambas incluidas. ¿Lo prometes? ¡Lo comprobaré!”

En los días anteriores Victor Fleming había intentado conseguir una buena toma de esa secuencia, donde Escarlata se confiesa abrumada por las circunstancias, Ashley se descubre como un inútil incluso para partir troncos, una cosa lleva a la otra y Wilkes está a punto de ceder a la pasión y huir con Escarlata a México, si no fuera por…

Ante las cámaras, Vivien no podía recapturar la actuación que había ofrecido en las pruebas y que pesó tanto para que obtuviera el papel, y Leslie Howard se olvidaba de sus líneas una y otra vez.

lunes, 26 de mayo de 2008

Una guía para coleccionistas

Para no perderse en la inmesidad de objetos relacionados con Lo que el viento se llevó, un buen punto de partida es el libro de Pauline Bartel The Complete Gone With the Wind Sourcebook: The Complete Guide for Every Fan.

La autora relaciona desde muñecas a cajas de música, pasando por joyería, grabaciones, platos decorados, posters, ediciones del libro, relojes, ropa de cama, objetos de escritorio… y muchas cosas más.

Además, da consejos de cómo iniciar una colección, cómo preservar los hallazgos o estar seguro de que son piezas valiosas y ofrece direcciones de proveedores, organizaciones y publicaciones que tienen o han tenido que ver con GWTW.

Aunque la última edición que hemos encontrado es de 1997 y puede haberse quedado ya un poco obsoleta, no cabe duda de que es una excelente recopilación, tanto si uno desea coleccionar como si sólo desea asombrarse de la cantidad de material (publicitario o no) que desde hace décadas han producido la novela y la película.

domingo, 25 de mayo de 2008

Mujer de poca fe

No es habitual que el propio autor dedique comentarios nada favorecedores a su obra; por muy modesto que sea, a menudo encuentra una manera de ser neutral, de no pasarse en las alabanzas al fruto de su trabajo sin espantar a los posibles lectores subrayando los defectos de los que pueda ser consciente.

Margaret Mitchell, que no esperaba entregar para publicación lo que luego sería Lo que el viento se llevó, no tenía en gran estima su historia:

“Tuve un momento de debilidad y escribí una novela”.

“Sólo son unas cuantas líneas que hablan de alguien enamorado de una persona casada, con cuatro blasfemias y un solo taco”.

“Es tan repugnante que me avergüenzo de él [el original]”.

"Apesta. Y no sé porqué me molesto con él [el libro], pero en algo tengo que pasar el tiempo”.

“Oh, es horrible y quiero tirarlo a la basura, pero John se pone furioso cada vez que lo digo”.

Y, respecto a la posibilidad de que la novela fuera adaptada al cine:

“No veo cómo puede ser convertida en una película, a menos que descarten todo el libro y Shirley Temple interprete a Bonnie, Mae West a Belle y Stepin’ Fechit a Tío Pedro.”

sábado, 24 de mayo de 2008

"As God is my witness..."

Ya que ayer hablábamos del rodaje de la secuencia, es un buen momento para recorder las diferentes versiones del juramento de Escarlata. Hay pequeños cambios entre la novela y el guión, y entre el doblaje y los subtítulos:

En la novela, Escarlata inicia su camino después del desayuno y termina su desolador periplo en Doce Robles:

"As God is my witness, as God is my witness, the Yankees aren't going to lick me. I'm going to live through this, and when it's over, I'm never going to be hungry again. No, nor any of my folks. If I have to steal or kill--as God is my witness, I'm never going to be hungry again."

La versión española de la novela lo traduce así:

“Dios sea testigo de que los yanquis no van a poder conmigo. Voy a sobrevivir a todo esto, y cuando termine todo no volveré a pasar hambre otra vez. Ni yo ni ninguno de los míos, aunque tenga que robar o matar. ¡Dios sea testigo de que nunca más voy a pasar hambre!”

La versión original de la película acorta el trayecto de Escarlata. Amanece en el huerto de Tara, “los yanquis”desaparecen y la hija de Gerald no descarta recurrir a la mentira o a las trampas:

“God is my witness… As God is my witness, they’re not going to lick me. I’m going to live through this, and, when it’s all over, I’ll never be hungry again. No, nor any of my folk. If I have to lie, steal, cheat or kill, as Good is my witness, I’ll never be hungry again!”

Subtítulos en ingles:

“As God is my witness… As God is my witness, they’re not going to lick me. I’m going to live through this, and, when it’s all over, I’ll never be hungry again. No, nor any of my folk. If I have to lie, steal, cheat or kill, as Good is my witness, I’ll never be hungry again!”

El doblaje (España):

“¡A Dios pongo por testigo! ¡A Dios pongo por testigo de que no lograrán aplastarme! Viviré por encima de todo esto y, cuando haya terminado, nunca volveré a saber lo que es hambre; no, ni yo ni ninguno de los míos, aunque tenga que estafar, que ser ladrona o asesinar. ¡A Dios pongo por testigo de que jamás volveré a pasar hambre!”

Subtítulos en español:

“Pongo a Dios por testigo… Dios es mi testigo: no me vencerán. Sobreviviré a esto y, cuando haya terminado, ni yo ni ninguno de los míos volveremos a pasar hambre. Aunque tenga que mentir, robar o matar, pongo a Dios por testigo de que nunca volveré a pasar hambre.”

viernes, 23 de mayo de 2008

"A Dios pongo por testigo..."

La secuencia que cierra la primera parte de la película y que contiene una de las imágenes más características de Lo que el viento se llevó necesitó ser rodada cinco veces antes de obtener el resultado que Selznick deseaba. La toma del 23 de mayo de 1939 es la buena.

El lugar escogido para simular el huerto de Tara (que en la novela era Doce Robles) estaba en el Valle de San Fernando, en el rancho Lasky Mesa en la localidad de Agoura. La distancia desde el estudio y la necesidad de filmar un amanecer obligaban a todos a comenzar el viaje a la una de la madrugada, una experiencia que no les ponía precisamente de buen humor, sobre todo cuando tenían que regresar con las manos vacías porque la lluvia o la niebla les impedían rodar.

Selznick desechaba las tomas una tras otra porque no le gustaba el aspecto del cielo, cómo había quedado el travelling o cualquier otro detalle. Pero después de una noche de lluvia intensa, con Vivien Leigh y Victor Fleming enfadados entre sí y con Ray Klune, que aseguraba que el tiempo mejoraría al amanecer, se consiguió la toma que hoy aparece en la película.

El cansancio y el enfado de la propia actriz por las circunstancias adversas del rodaje, que la llevaron a caer de rodillas y golpear la tierra con ira, bastaron para conseguir la furia que Escarlata debía mostrar.

“Ray, tenías razón y yo soy una zorra”, confesó Leigh al terminar; “Estoy de acuerdo en ambas cosas”, replicó Klune; con su delicadeza habitual, Vivien le envió luego unas flores y una nota de disculpa.

Ahora bien, Leigh, con unos escrúpulos muy británicos, se negó a aportar el sonido necesario para indicar que los bocados de rábano le sentaban como un tiro al estómago vacío de Escarlata. Olivia de Havilland los dobló más tarde.

El inserto de la mano de Escarlata tampoco es de la suya (quizá debido a su complejo de tenerlas demasiado grandes o simplemente debido a cuestiones técnicas), sino la de Mozelle Miller (que rodó el 5 de julio este plano y los correspondientes al anillo y al puñado de tierra de Tara).

jueves, 22 de mayo de 2008

Escarlata busca al doctor Meade

El inusitado mal tiempo de los días anteriores (niebla y nubes) había dificultado los rodajes en exteriores de varias películas en la zona de Los Angeles, entre ellos el de Lo que el viento se llevó. Pero el 22 de mayo de 1939 las condiciones fueron óptimas y Escarlata pudo ir en busca del doctor Meade bajo la dirección de Victor Fleming.

Es una de las secuencias más espectaculares de la película, y el equipo de producción dirigido por Klune se enfrentó a algunos problemas para resolverla de la forma que Selznick deseaba: desde un primer plano de Escarlata, la cámara retrocede más y más mostrando el inmenso decorado de la estación de Atlanta repleta de cuerpos de soldados heridos y moribundos, hasta detenerse en la bandera confederada que ondea sobre la escena, en un gran plano general.

Se dice que la concepción de esta escena partió de Val Lewton, que no tenía muy buena opinión de GWTW y quiso poner en un brete a Selznick con un planteamiento imposible. Parece que el productor recogió el guante y su equipo demostró su valía una vez más.

Para conseguir esa toma se necesitaba una grúa que pudiera subir lo necesario: Klune calculó que tendrían que alcanzar unos 90 pies (unos 27 metros), y no había ninguna en los estudios que lo hiciera: la mayor con que contaban subía 25 pies (poco más de 7 metros y medio). Se recurrió entonces a una compañía constructora, que aportó una grúa que podía superar los 100 pies.

Tuvieron que eliminar el motor, que causaba vibraciones a la cámara una vez que se unía ésta al brazo de la grúa, y construir una rampa de cemento de más de 45 metros que soportaría un peso de diez toneladas, para que se moviera sobre ella. Tardó en fraguar dos semanas, pero la espera valió la pena. La cámara pudo moverse con la precisión y la suavidad habituales y captar el decorado en toda su extensión y sin que entraran en cuadro los modernos edificios de la ciudad que lo rodeaban.

Gone With the Wind no era, ni mucho menos, la única película que se estaba rodando en Hollywood en aquellos meses de 1939 y las escenas de masas eran habituales, con lo que los extras estaban bastante solicitados. Central Casting, la agencia de contratación de extras concebida en 1925 y organizada por Hays, se encargaba de suministrar a los figurantes.

Para esta secuencia Klune necesitaba 2000 extras, que resultaban ser la totalidad de los que constaban en las listas de Central Casting. Se buscaron las fechas adecuadas para no entorpecer otros rodajes multitudinarios, pero aún así la agencia sólo podía enviar a unas 800 personas.

Para completar el número deseado de cuerpos tendidos se recurrió a muñecos que los extras se encargaban de mover para dar la sensación de que estaban vivos. Al sindicato de actores se le ocurrió pedir que se pagara por la “actuación” de los más de 800 muñecos, a lo que Klune se negó. Ellos estaban dispuestos a pagar a todos los actores que la agencia pudiera enviarles, pero no a maniquíes. 949 personas formaron parte del maltrecho ejército confederado en esa recordada escena, acompañadas de otros tantos muñecos.

Hasta un docena de ayudantes de dirección (dos de ellos a caballo), coordinados por Eric Stacey, transmitían los mensajes del director a la multitud para que todos supieran lo que tenían que hacer en cada momento.

miércoles, 21 de mayo de 2008

No hay que generalizar

La historia de Norma Rae transcurre en una ciudad de Alabama, donde el personaje que interpreta Sally Field trabaja en una fábrica textil. Su vida un tanto anodina cambia cuando un sindicalista le hace ver las insoportables condiciones laborales y Norma decide pasar a la acción.

En cierto momento su actitud choca con el punto de vista de un personaje masculino, que no duda en pegarle. La amiga yanqui de Norma comenta entonces:

“Pensaba que todos los sureños eran como Ashley Wilkes” (“Thought everybody down south was Ashley Wilkes”).

En el reparto de Norma Rae encontramos también a Beau Bridges, que fue bautizado como Lloyd Vernet Bridges III pero al que sus padres, que por aquel entonces estaban leyendo Lo que el viento se llevó, empezaron muy pronto a llamar Beau, como el hijo de Ashley y Melania... y así se quedó.

martes, 20 de mayo de 2008

"Todos los estudios han mostrado interés..."

El 20 de mayo de 1936 es una fecha importante en la historia de Lo que el viento se llevó. En ese día Selznick recibió un teletipo enviado desde su oficina en Nueva York y firmado por Kay Brown, responsable del departamento encargado de encontrar historias factibles de convertirse en películas.

El mensaje establecía la primera conexión entre el estudio y la novela y, aunque tardaría un poco en decidirse, Selznick entraba en contacto con GWTW. Iba a ser un “cortejo” difícil, pero el entusiasmo de Kay Brown por la historia fue fundamental para que el estudio participara en la puja por los derechos de adaptación.

La Universidad de Texas en Austin nos permite echar un vistazo a ese teletipo:

“Hemos enviado por correo aéreo una sinopsis detallada de Lo que el viento se llevó, por Margaret Mitchell, y también un ejemplar del libro a Val [Lewton]. Es una historia de la Guerra Civil y una magnífica posibilidad para Miriam Hopkins o Margaret Sullavan. Va a ser la selección de Julio del Club del Libro del Mes y pasa de las mil páginas y creo que es por eso que todos piensas que va a ser otro Anthony Adverse.

Todos los estudios han mostrado interés, uno de ellos hasta el extremo de hacer una oferta de 25.000 dólares cuando oyeron la historia que les contaba alguien que iba a hacer la crítica. Le hemos dicho a Macmillan, los editores, que usted ha estado buscando una historia sobre la Guerra Civil contada desde un punto de vista diferente y les hemos pedido no tomar una decisión antes del lunes de la semana próxima; por lo tanto, me gustaría que le prestara atención cuanto antes.”

lunes, 19 de mayo de 2008

Dos en uno

Nuestra recomendación bibliográfica de hoy, aunque no estrictamente dedicada a Lo que el viento se llevó, nos pone en contacto con dos gigantes del cine que unieron sus fuerzas durante cierto período.

Fue un choque de titanes, Selznick tal vez un poco más directo, Hitchcock quizás una pizca mas sutil, pero su “colaboración” merecía ser estudiada y Leonard J. Leff, en su libro Hitchcock and Selznick: The Rich and Strange Collaboration of Alfred Hitchcock and David O. Selznick in Hollywood (Hitchcock y Selznick), perfila un retrato conjunto de ambos, desde la fallida historia sobre el Titanic y la preparación de Rebeca hasta El proceso Paradine.

El rodaje de Rebeca comenzó en septiembre de 1939, cuando GWTW aún no estaba terminada e Intermezzo se encontraba en posproducción. Selznick reservaba gran parte de sus esfuerzos a la adaptación de la novela de Margaret Mitchell, sin perder de vista el debut de Ingrid Bergman, por lo que podría suponerse que no presionó demasiado al director inglés durante los preparativos para llevar la obra de de Daphne Du Maurier a la pantalla, pero no fue así.

Tuvo sus más y sus menos con Hitchcock sobre algunos detalles en los que no estaba dispuesto a ceder y el tira y afloja entre uno y otro comenzó muy pronto; aunque hubo concesiones por ambas partes, el control de Selznick fue siempre una pesadilla para Hitchcock, que se sintió más aliviado durante los sucesivos préstamos a otros estudios.

Creemos que la lucha valió la pena y que las dos concepciones diferentes que ambos mantenían encontraron cierto equilibrio durante esos años. Asistimos a sus carreras en paralelo, y podemos comprender mejor la decadencia del sistema de los estudios a medida que aumentaba el poder del director como máximo responsable de la obra.

domingo, 18 de mayo de 2008

Ponga un ñame en su mesa

El ñame, un tubérculo de las regiones tropicales y cultivado en el Sur, hace su primera aparición en Lo que el viento se llevó de modo suculento: aderezado con manteca derretida como parte de la cena que le sirven a Ellen cuando llega a Tara después de cuidar al niño de los Slattery; lo encontramos también como parte del desayuno de Escarlata y en la fiesta de los Wilkes, para la comida de los negros.

Con la llegada de la guerra va a convertirse casi en el plato único de Tara para blancos y negros. Los yanquis, poco acostumbrados a la planta, habían dejado intactos los bancales de la plantación, y Escarlata es quien recuerda su existencia a Pork.

Hasta el pequeño Wade, hambriento como el que más en Tara, pedía algo más variado para comer, pero apenas había otra cosa que ñames: incluso se empleaban, molidos, para hacer sucedáneo de café (con grano tostado). Todos acabaron aborreciéndolos. Escarlata se promete que, cuando sea rica, no volverán a aparecer en su mesa.

sábado, 17 de mayo de 2008

Un estudio con historia

Desde 1935 David O. Selznick era el inquilino del estudio situado en el 9336 de Washington Boulevard, en Culver City, al Oeste de Los Angeles. No era el primero en ocupar el edificio blanco, donde estaban las oficinas desde las que se supervisaba toda la actividad de los diferentes platós y el “back lot” (exteriores). Tampoco sería Selznick el último cineasta en poner su nombre en la fachada.

En 1918 Thomas H. Ince, al separarse de de Griffith y Sennett, compró 14 acres (5,6 hectáreas) de terreno no muy lejos del que había sido su primer estudio. Tardó dos años en tener listo el edificio que luego Selznick utilizaría como su logotipo al principio de sus películas. Es de estilo colonial, inspirado en Mount Vernon, la casa de George Washington y, aunque tiene reminiscencias sureñas, no es de ninguna manera “la fachada de Tara”… aunque sólo sea por el mero hecho de que GWTW se publicó en 1936 y la concepción visual de la plantación de los O’Hara para la película aún iba a tardar un par de años en plasmarse en un decorado.

Ince murió en 1924 (dejaremos para otra ocasión las circunstancias de su muerte) y su viuda vendió poco después la propiedad a Cecil B. De Mille, que duplicó la superficie y rodó en este estudio King of Kings, entre otras. Como estaba asociado con una de las compañías que formaron la RKO, el estudio pasó en 1928 a ser conocido como el de la RKO Pathé, y experimentó una ampliación de terrenos. Allí se filmó King Kong, cuya empalizada vemos arder durante “el incendio de Atlanta”; a su vez, los decorados de GWTW dejaron paso a Rebeca y, con el tiempo, Selznick también abandonó Washington Boulevard.

Howard Hughes compró la RKO, pero la dejó languidecer y tras la General Tire and Rubber Company, Lucille Ball y Desi Arnaz fueron pronto los propietarios de parte del venerable estudio, que se conoció en aquella época como Desilu y donde se filmaron varias series de televisión clásicas.

A partir de 1968 hubo un baile de nombres y propietarios, con sucesivas ventas de terreno y propiedades; en 1976 el “back lot” original desapareció para siempre y es hoy un parque empresarial, pero en el 9336 se siguen produciendo películas y series: ahora se llama The Culver Studios.

viernes, 16 de mayo de 2008

¡Hagan juego!

Los actores de cine siempre comentan que lo peor de su trabajo son las esperas entre toma y toma. El tiempo que pasa hasta que están en su sitio la cámara, las luces, los decorados… es un suplicio para muchos, y hay diferentes formas de matar el tiempo: desde encerrarse en el camerino a repasar las líneas (o alguna actividad más placentera), hasta salir a dar un paseo alrededor del estudio o por los exteriores, o quedarse y empaparse de conocimientos que pueden ser muy útiles en su trabajo.

Durante el rodaje de Lo que el viento se llevó, y con la acérrima amante de los juegos de mesa e ingenio que era Vivien Leigh al frente, no era raro que el reparto y el equipo ocuparan los numerosos tiempos muertos desafiándose a una partida.

Leigh enseñó a Gable a jugar a las “damas chinas” (Chinese Checkers); era tan experta como Escarlata lo era en el whist, y el intérprete del jugador Rhett cayó muchas veces derrotado. Los fabricantes del juego no tardaron en sacar partido de esta afición bautizando un modelo similar del juego con el nombre de “Scarlett O’Hara”. Seguro que actores y equipo habrían sacado buen provecho de los puzzles sobre la película si los hubieran tenido a mano en 1939, aunque bastante trabajo tenían intentando encajar todas las piezas del guión…

En correspondencia, Clark le enseñó a Vivien jugar al blackgammon, y ella empezó a ganarle muy pronto...

Otro juego popular en los platós era el de la “batalla naval” (también conocido como "los barquitos" o "hundir la flota", entre otras denominaciones). Olivia de Havilland, que derrotó a Gable y Leigh la primera (y única) vez que jugó contra cada uno de ellos, recuerda que Vivien era capaz de estar inmersa en el juego un instante y al siguiente, al oír la llamada para rodar, meterse completamente en la piel de Escarlata.

jueves, 15 de mayo de 2008

Todos fueron directores

Victor Fleming volvía al trabajo en Lo que el viento se llevó, con los nervios más templados que nunca y su autoestima fortalecida por los halagos de Selznick y las disculpas de los dos actores principales.

Haver nos cuenta que su primera tarea el día de su vuelta fue una de las tomas del juramento de Escarlata; como esa secuencia había de rodarse al amanecer, es muy probable que las horas anteriores las dedicara, como recoge Molt, a preparar los detalles de “la búsqueda del doctor Meade y los heridos en la estación”, que se filmaría unos días después.

El regreso de Fleming no significó el paro para Sam Wood, ni mucho menos. Selznick decidió seguir haciendo uso de sus servicios y dividir el trabajo entre sus dos directores principales hasta el final del rodaje. De este modo le insinuaba a Fleming que tenía un reemplazo asegurado si volvía a apetecerle repetir su numerito de “prima donna”, y, al mismo tiempo, podía mantener a toda la compañía trabajando.

Aunque George Cukor, Victor Fleming y Sam Wood rodaron entre los tres la mayor parte de Gone With the Wind, no podemos olvidar la aportación del resto de los directores:

William Cameron Menzies, además de cooperar codo con codo con los directores titulares en la dirección de varias secuencias, es el responsable de escenas tan importantes como la del “incendio de Atlanta”.

B. Reeves Eason, director de la segunda unidad, rodó el ataque a Escarlata en Shantytown y una parte del "incendio de Atlanta".

Chester Franklin, especialista en películas con animales, se ocupó de tomas como las Gerald a caballo después de la guerra y de los exteriores de Tara.

James Fitzpatrick buscó por todo el Sur imágenes para los fondos de los títulos de crédito y montajes.

El segundo ayudante de dirección Eric C. Stacey se encargó de los planos de multitudes en las calles de Atlanta y, bajo la dirección de Menzies, de varios planos de detalle (insertos)…

miércoles, 14 de mayo de 2008

Steele Gone With the Wind (III)

Pasamos a la cuarta temporada de Remington Steele para encontrar dos nuevas referencias a Lo que el viento se llevó:

A lo largo de Premium Steele (Steele y las esquelas), Remington intenta poner en funcionamiento un flamante conjunto de reproducción de vídeo y pantalla gigante y estrenarlo con GWTW, pero las peripecias del caso detectivesco y las dificultades técnicas se lo impiden; el episodio finaliza con un beso a los sones de la banda sonora de Steiner, lo que indica que el aparato está dispuesto, pero la pasión cinéfila de Steele pasa a un lugar secundario (“Francamente, cariño, no me importa”) ante los encantos de Laura Holt.

En Suburban Steele (Steele suburbano), la monitora de las ventas de cosméticos a domicilio explica que son una buena fuente de ingresos cuando las cosas se ponen feas; en su caso, los azares del divorcio: “¿Mi marido? Voló. Se lo llevó el viento.” ("My husband? Gone, with the wind.”)

martes, 13 de mayo de 2008

Una pareja en sus mejores momentos

Felix Barker publicó en 1953 The Oliviers, una doble biografía de Vivien Leigh y Laurence Olivier; por entonces, ambos estaban vivos y todavía casados, y por muchas pistas que hubiera, nadie podía predecir el futuro.

Aun así, la semblanza de ambos actores nos lleva de la mano por los altibajos de la pareja, como seres humanos y como profesionales, y nos muestra cómo sus relaciones influyeron de alguna manera en su elección y persecución de ciertos papeles (recordemos, por ejemplo, que Olivier estaba en América rodando Cumbres borrascosas y una nostálgica Vivien, en Inglaterra, aprovechó para ir de visita y poner fin a la búsqueda de la Escarlata ideal, a pesar de que tenía compromisos inminentes en el teatro).

Se trata de una biografía “autorizada” y Barker contó con la ayuda de los propios protagonistas de su libro; es decir, que Olivier y Leigh le cedieron los materiales de investigación que consideraron oportunos. Pero no es un relato que abunde en detalles íntimos, sino más bien un fiel reflejo de cómo era el teatro inglés en aquella época y un acercamiento a las vidas de dos grandes luminarias de la escena y del cine, con énfasis en sus carreras.

lunes, 12 de mayo de 2008

Escarlata, Melania y el desertor

Fleming seguía ausente del rodaje de Lo que el viento se llevó, aunque se le esperaba en unos días, y Sam Wood pasaba de un interior a otro sin demasiados problemas. Entre el 10 y el 15 de mayo se filmó la secuencia de la muerte del desertor, uno de los episodios que Sidney Howard había abogado por suprimir completamente de la película, pero que nos parece fundamental para mostrar el carácter tanto de Escarlata como de Melania.

El actor Paul Hurst le puso cuerpo, rostro y voz amenazante al intruso en Tara pero, para el momento en que rueda por las escaleras tras el disparo a bocajarro de Escarlata, fue requerido el buen hacer del especialista Frank Fawcett. Vivien Leigh apunta en el relato “oficial” de su experiencia en GWTW (que se incluía en el folleto publicitario del estreno) que tanto ella como Olivia, por la tensión del momento y el realismo de la caída repetida una y otra vez, no estaban para muchos sustos aquellos días.

Pero hubo, sin embargo, ocasión para relajarse: todo el equipo técnico estaba esperando la aparición de Olivia, ya que el guión requería que se despojara del camisón para envolver la cabeza sangrante del cadáver. Los rumores apuntaban a que la actriz no iba a llevar otra prenda debajo, por lo que el estudio se vio abarrotado de gente a la expectativa. La desilusión fue general cuando todos pudieron comprobar que de Havilland dejaba caer su camisón, sí, pero no se había olvidado de ponerse una blusa y unos pantalones remangados hasta las rodillas. Los rigores de la guerra habían dejado a Melania sin un amplio “fondo de armario”, pero Olivia no estaba falta de recursos… ni de ingenio.

Vivien tuvo un poco más de trabajo cuando le tocó arrastrar el cuerpo, que pesaba el doble que ella. Aun con la cooperación subreptícia del actor, cada tirón de Leigh sólo les hacía avanzar un par de centímetros, y tenían que recorrer un largo camino, porque estaba previsto que se viera que Escarlata se llevaba el cadáver fuera de la casa. Probaron con un muñeco, pero no era nada realístico y Hurst ocupó de nuevo su lugar yacente. Wood decidió cambiar la colocación de la cámara para que Leigh sólo tuviera que arrastrar al desertor un par de metros. Lo consiguió. Podía irse a descansar al camerino, agotada como tantos otros días, pero con la satisfacción del deber cumplido.

La repetición de las tomas tuvo otro efecto secundario en Paul Hurst, que ofrecía un aspecto horripilante con la cara ensangrentada; el departamento de maquillaje pensaba en todo y la sangre artificial que se usaba en Gone With the Wind tenía sabor a frambuesa, para evitar un mal gesto si se probaba accidentalmente. Hurst quedó bastante harto y es posible que tardara su tiempo en volver a comer nada que llevara un gramo de frambuesa…

domingo, 11 de mayo de 2008

Una madre poco ejemplar

“Una gata es mejor madre que tú”, le dice Rhett a Escarlata después de comprobar que el egoísmo de la señora Butler le impide pensar en cualquier otra persona que no sea ella misma. Hilando más fino se podría afirmar que no es que Escarlata sea una mala o buena madre, sino que no ejerce en absoluto el rol materno con ninguno de sus hijos y la única actitud maternal que se podría destacar es su preocupación por las personas que están a su cargo en la devastada Tara, tarea que no tiene más remedio que asumir, como sus sucesivos embarazos, nunca deseados ni recibidos con alegría, excepto el del niño que pierde por su caída por las escaleras, y esto dicho con reservas.

Margaret Mitchell acuña para Escarlata una de sus frases más celebradas sobre los azares de la maternidad:

“Death and taxes and childbirth! There's never any convenient time for any of them!" (“¡La muerte, los impuestos y los hijos! ¡Todo ello siempre viene cuando menos falta hace!”, trasladan los traductores de la novela al castellano.)

Escarlata rompe con todos los patrones de conducta que se esperaban de una mujer de la segunda mitad del siglo XIX. Para ella los hijos no son más que un obstáculo que la separa de sus objetivos: Wade es un recuerdo de su lamentable matrimonio con Charles y enseguida queda al cuidado de otras personas que le dejan las manos libres para ejercer de soltera en la exultante Atlanta; Ella Lorena es, en cierto modo, el pago por el engaño del que ha hecho objeto a Frank, pero su embarazo le impide encargarse de los negocios tal y como hubiera deseado; cuando se entera de que Bonnie está en camino piensa incluso en abortar, algo que ni siquiera pasaría por la cabeza de Belle Watling que, como sabemos, tiene un hijo en alguna parte.

Se alegra de tener un hijo cuando cree que es el momento apropiado: ya tiene dinero y tiempo para dedicarle; pero, por azares de la vida, el bebé no llegará a nacer. Y Bonnie, la única de la prole que no la rehuía, también se malogra.

Los hijos con otros hombres son una traición a Ashley, piensa ella, que desea reservarse para el hombre de sus sueños y cree que él la adorará más si sabe que lo hace. Ambos están casados con otras personas, pero pueden sacrificar su propio placer como prueba de amor. Escarlata supone que los Wilkes no tienen relaciones íntimas para evitar un nuevo embarazo de Melania, así que ella decide hacer lo mismo; pero Rhett no es Ashley Wilkes y el resultado no es el esperado.

La maternidad confería otra categoría a las mujeres, con pocas prerrogativas y muchas obligaciones. Frank ve en el embarazo de Escarlata una salvación; cree que con la llegada del bebé su esposa olvidará sus veleidades comerciales e incluso su carácter se va a suavizar. El tabú social que prohibía a una mujer en estado de buena esperanza ser vista en público no arredra sin embargo a Escarlata, que planea su tiempo para perder de vista lo menos posible sus amadas serrerías.

A pesar de todo, comprobamos con cierto alivio que Time no ha incluido a Escarlata O’Hara entre las 10 peores madres de la historia… y eso que la señora Hamilton Kennedy Butler contaba con muchos puntos para lograrlo.

sábado, 10 de mayo de 2008

Max Steiner, compositor

“Si tengo que subir esas escaleras con Max Steiner, no las subiré”, advirtió Bette Davis en el momento del rodaje de la secuencia final de Dark Victory (Amarga victoria, 1939). La actriz no tenía nada en contra del compositor, excepto que consideraba que en ocasiones el omnipresente acompañamiento musical de Steiner era innecesario, por mucho que le gustara.

La petición de Davis no fue atendida, y Judith Traherne subió a tientas las escaleras “cogida del brazo” de los acordes de Steiner, que normalmente no erraba al insertar o no un comentario musical, y que fue propuesto para un premio de la Academia por su partitura para la película, el mismo año que lo era por GWTW, aunque no ganó el Oscar por ninguna de las dos.

Y es que la Warner Bros. no podía prescindir del genio de su compositor de cabecera desde 1936. Maximiliam Raoul Walter Steiner, que celebraba su cumpleaños el mismo día que Selznick, el 10 de mayo (vino al mundo en 1888; el productor en 1902), había nacido en Viena en el seno de una familia amante de la música.

Estudió en la Academia Imperial de Música y recibió clases de Brahms y Mahler, para comenzar posteriormente a dirigir operetas por varios países europeos.

En 1914 llegó a Estados Unidos, donde colaboró con los grandes nombres del teatro como arreglador y orquestador, hasta que la RKO lo contrató en 1929. Allí pasó de realizar los arreglos a componer sus propias partituras y a cimentar su fama: The Most Dangerous Game (El malvado Zaroff, 1932), King Kong (King Kong, 1933), Of Human Bondage (Cautivo del deseo, 1934), The Informer (El delator, 1935)...

Selznick lo llevó consigo cuando creó la Selznick International, pero el pausado ritmo de producción era demasiado lento para el prolífico Steiner, que pasó entonces a la Warner Bros., en la que permaneció durante tres décadas, con ocasionales préstamos a otros estudios; las nuevas tendencias en la música cinematográfica lo fueron desplazando poco a poco a un olvido del que felizmente ha sido rescatado.

Puede atribuirse a Steiner una parte en la paternidad de la música en el cine con toda justicia. A su llegada a Hollywood el sonoro estaba poco menos que en mantillas y el departamento musical de cada estudio se dedicaba a adaptar composiciones ajenas, sin pensar siquiera en contar con compositores propios y mucho menos dotar a la banda sonora de posibilidades dramáticas.

Steiner impulsó estos aspectos, contribuyó además al uso de la música sinfónica en la pantalla y experimentó con las formas melódicas, aportando su genio a la música incidental. Algunos críticos lamentan su abuso del leitmotiv para los diferentes personajes y su costumbre de subrayar la acción con la música, pero son defectos fácilmente perdonables en el maestro.

La mejor forma de rendir homenaje a Max Steiner, que murió en 1971, es escuchar y disfrutar sus bandas sonoras: Jezebel (Jezabel, 1938), Casablanca (Casablanca, 1942), The Big Sleep (El sueño eterno, 1946), The Treasure of the Sierra Madre (El tesoro de Sierra Madre, 1947), The Searchers (Centauros del desierto, 1956)... y, por supuesto, Lo que el viento se llevó.

viernes, 9 de mayo de 2008

Olivia a los 91 y pico

La reciente conmemoración del centenario del nacimiento de Bette Davis (una de las Escarlatas fallidas, por cierto) sirvió para recordarnos una vez más la figura de una gran actriz y su turbulenta personalidad.

Entre los actos que se organizaron para honrar la memoria de Bette, que ya no está con nosotros más que en sus películas, la Academia de Hollywood reunió el pasado 1 de mayo a muchos compañeros de profesión en el Samuel Goldwyn Theatre; esa celebración nos ha permitido ver de nuevo a Olivia de Havilland, la inolvidable Melania de Lo que el viento se llevó, que compartió pantalla con Bette en varias ocasiones, bregó como ella contra la tiranía de la Warner y forjó una duradera amistad con la intérprete de Jezabel.

Olivia no se deja ver muy a menudo (a fin de cuentas, ya no es la adolescente de El sueño de una noche de verano), pero no cabe duda de que es historia viva del Hollywood clásico… y ojalá lo siga siendo muchos años más. Siempre es un placer saber que aún tiene energías para sostener un micrófono.

El presentador del acto, Robert Osborne, estaba hablando de Canción de cuna para un cadáver, de la que se ofrecieron algunas imágenes, y comentó: “A Olivia de Havilland le hubiera gustado estar aquí… ¡y aquí está!” Esa aparición sorpresa mereció una ovación de los asistentes, puestos en pie, que Olivia agradeció con su simpatía habitual antes de contar algunos de sus recuerdos de su trabajo con Bette. Cuando la invitada sorpresa terminó su intervención, recibió otra sentida ovación cuando abandonaba el escenario.

jueves, 8 de mayo de 2008

Los directores no son de piedra

Sam Wood iniciaba su segunda semana como director de Lo que el viento se llevó completando la secuencia en la que Escarlata regresa a una Tara devastada.

La película avanzaba, pero Selznick no estaba satisfecho del todo; aprovechó un descanso dominical para ir en misión de paz a visitar a Victor Fleming y reclutó a Gable y a Leigh para que se mostraran arrepentidos de sus pecados: el uno por negarse a llorar tras la muerte de Bonnie y la otra por no acatar el punto de vista del director. Se supone que, por el bien de la película, ambos aceptaron ser los portadores de la bandera blanca en forma de los ya citados love birds, en tanto Selznick usaría de nuevo un argumento más convincente: una participación en los beneficios de la película.

Parece que Fleming no se sintió muy aplacado por esta última estrategia y replicó al productor: “No sea loco, David. Esta película va a ser uno de los mayores elefantes blancos [algo muy costoso y que no da ningún beneficio] de todos los tiempos” ("Don't be a damn fool, David. This picture is going to be one of the biggest white elephants of all time"). Pero el aspecto contrito de ambos actores (que por algo eran actores, de diferente escuela, pero hábiles en su oficio) empezó a ablandar a Fleming, que sacó las bebidas.

Selznick apeló entonces al amor propio del director, diciendo que necesitaba la fuerza, el ritmo, la grandeza que Fleming había dado a Lo que el viento se llevó hasta su partida y que la competencia de Wood no podía igualar, a pesar de contar con el apoyo magistral de Menzies y el del resto del equipo.

El orgullo herido de Fleming experimentó una rápida curación y su “agotamiento nervioso” comenzó a desvanecerse...

miércoles, 7 de mayo de 2008

A la caza del gazapo (XII)

No ha pasado a la historia el nombre del agente del bípedo con plumas que interpreta al último gallo de Atlanta, perseguido por Tío Pedro, que intenta defenderse de la lluvia navideña que cae sobre Atlanta (y con mayor insistencia sobre la puerta que da al patio, por cortesía del equipo de efectos). Pero el representante del pollo merece un reconocimiento, por haber logrado que su cliente obtuviera lo que muchos de los intérpretes de Lo que el viento se llevó no consiguieron: dos planos para él solito… o, mejor dicho, el mismo plano, pero repetido.

Tomemos como referencia el tocón que sujeta la leña en el patio trasero de la casa de tía Pitty. El gallo llega muy erguido (pero empapado) hasta él y lo sobrepasa; el siguiente plano lo comparte con el sirviente: Tío Pedro, con su casi inútil paraguas y una ominosa hacha, llega hasta el tocón y continúa tras el pollo, mientras el ave, que le lleva unos pasos de ventaja, sale ya de plano… pero, en el siguiente, el gallo vuelve a pasar por el mismo tocón.

Claro que este momento de gloria (y magia) es muy efímero, ya que la próxima vez que lo vemos está en los huesos, literalmente.

martes, 6 de mayo de 2008

Steele Gone With the Wind (II)

La tercera temporada de Remington Steele nos brinda dos episodios con referencias a Lo que el viento se llevó:

En Steele your heart away (Te robó el corazón): En Irlanda, un amnésico Steele trata de recordar, con la ayuda de Laura y un reloj de bolsillo con una inscripción: “Para S.J., de K.L. ¿Quién es S.J.?” “No lo sé. Alguien que conoce a K.L., supongo. Francamente, querida, me trae sin cuidado”, replica Steele, que se sorprende de sus propias palabras: “¿Por qué demonios habré dicho eso?”. Laura aclara enseguida: “Es lo último que le dice Rhett Butler a Scarlett O’Hara. Espero que eso tenga algo que ver con Lo que el viento se llevó; es una película que conozco bien: la he visto una docena de veces”.

Más tarde, en el transcurso de la investigación del crímen de turno, Laura and Steele ven un camión con el rótulo The Armdale Racing Association. Laura ata cabos: "T. A. R. A: Tara."

En Stronger than Steele (Más fuerte que Steele), la pareja de detectives ve una y otra vez un episodio de una serie de televisión que puede ser importante para el caso que tienen entre manos. Steele se lamenta, tras unos cuantos visionados del infame producto a lo largo de la noche: “¡Dios Santo, siempre lo mismo…! Sigo confiando en despertarme y estar viendo Lo que el viento se llevó… o incluso La puerta del cielo.*”


*Heaven's Gate (La puerta del cielo, 1980) llevó a United Artists a la ruina, porque ni la taquilla ni la crítica apreciaron el colosal y carísimo proyecto del perfeccionista Michael Cimino. El tiempo transcurrido desde entonces ha aminorado un tanto la carga negativa que acompañó durante años toda mención de la película.

lunes, 5 de mayo de 2008

Seguimos leyendo sobre "Lo que el viento se llevó"

Hattie: The Life of Hattie McDaniel, de Carlton Jackson, nos acerca a la vida de la intérprete de Mammy, y no olvida situarla en su contexto histórico. Es la primera biografía de cierta extensión sobre McDaniel, publicada en 1990 y, como siempre, es un buen punto de partida, que esperamos poder contrastar pronto con un trabajo más reciente, firmado por Jill Watts.

Malcolm Vance, en Tara Revisited, nos cuenta cómo les fueron las cosas a muchos de los participantes en la película… hasta 1976, año de la publicación del libro. Es útil como referencia.

domingo, 4 de mayo de 2008

Madres ejemplares

Escarlata y Melania, los dos personajes femeninos más importantes de GWTW, tienen ideas muy diferentes sobre la maternidad, como corresponde al modelo que representan. Ya que hoy se celebra el Día de la Madre (en España)… seremos buenos y hablaremos de las madres “ideales” que encontramos en Lo que el viento se llevó.

Melania, siguiendo el ejemplo de Ellen O’Hara, la mujer tradicional destinada a ser esposa y madre, hace de la maternidad el centro de su vida, su objetivo último y su destino. Considera que traer niños al mundo es lo más importante y que es para ello para lo que ha sido creada. Su primer parto está a punto de mandarla al otro mundo, pero ella desafía los consejos de todos y desea con ansia aumentar la familia Wilkes; un nuevo embarazo le costará la vida y lo sabe, pero la da gustosa, una vez que ha confiado su hijo a Escarlata: primero se asegura el futuro de Beau, luego el de su marido.

Pero Melania extiende su manto maternal al resto de los personajes: Ashley es como un niño desilusionado cuando la pierde, la gente de Atlanta se arremolina a su alrededor en busca de consuelo, Rhett se confiesa en su regazo, Wade encuentra en ella el cariño y la atención que su madre olvida administrarle...

Hay otras madres en GWTW: Ellen, por supuesto, ejemplo y guía de Escarlata, compendio de todas las bondades y refugio de los necesitados de cuerpo y espíritu. Su hija mayor desea parecerse a ella, pero nunca tiene tiempo; deja “para mañana” el seguir el camino de las grandes damas y madres ejemplares y ese mañana nunca llega.

Ellen reina en Tara como la perfecta ama de casa, administradora de los bienes que su marido pone en sus manos para poder dedicarse a las “distracciones propias de los hombres” mientras la esposa se las entiende con un centenar de esclavos y el cuidado de una casa donde nunca faltan invitados y fiestas, sin olvidar la educación de sus hijas y la búsqueda de un marido adecuado para ellas. Ellen trajo al mundo seis hijos, y sus vecinas no se quedaban a la zaga: la señora Tarleton era madre de ocho, los Munroe, los Fontaine, los Calvert... son unos cuantos también.

Madres que, al contrario que Escarlata, tienen siempre tiempo para sus hijos y están dispuestas a traer al mundo uno más, aún en los duros tiempos de guerra y el posterior período de incertidumbre económica.
La boda era la meta de la educación de la mujer y la que no conseguía la protección de un hombre y, por lo tanto, no cumplía con su destino de procreación, era mirada como una traidora. Suellen O’Hara, India y Honey Wilkes, son ejemplo de aquellas que veían cómo pasaban los años sin que la esperada boda se viera próxima, lo que amargaba su carácter y hacía más pronunciados sus rasgos negativos.

La soltería sólo era bien mirada en el caso de las señoras de edad, como Pitty, (que aun así alguna vez tuvo que ser joven y pasar por la “humillación” de no ser cortejada o no recibir proposiciones), que suelen desempeñar también un papel maternal, como acompañantes de jóvenes solteras o con el marido ausente.

sábado, 3 de mayo de 2008

"Lo que el viento se llevó" consigue el Pulitzer

En octubre de 1936 Margaret Mitchell le apostó al crítico literario Herschel Brickell 50 dólares (en un billete confederado con el poema Lines on the Back of a Confederate Note pegado en una de las caras*), a que no ganaba el premio Pulitzer. Estaba convencida de que no tenía ninguna posibilidad, a pesar de los buenos augurios y de los rumores que le llegaban.

El 3 de mayo de 1937 el jurado encargado de fallar los premios le comunicaba que Gone with the Wind había sido considerada la mejor novela de 1936. Mitchell les agradeció la distinción con un breve telegrama: “…my enormous thanks and gratitude”.

Sorprendida, pero feliz y orgullosa, la escritora no varió apenas el programa que tenía previsto para aquella tarde: en compañía de miembros de su familia y de Harold Latham, que había querido estar con ella en un momento tan especial (aunque disfrazara su viaje bajo la excusa de una nueva búsqueda de material literario por el Sur), fueron a visitar al señor Mitchell y luego acudieron un recital del coro en la iglesia a la que pertenecía la cocinera de los Marsh.

El jefe de la sección local del Atlanta Constitution (el periódico rival del Journal, en el que había trabajado la escritora) consideró de tal importancia la noticia que incluso se dignó salir de su despacho en hora punta para conseguir en persona una foto de Margaret y sus primeras impresiones, lo que dejó a la autora de Gone With the Wind mucho más estupefacta, por lo inusitado, que haber conseguido el prestigioso premio, que le reportaba mil dólares.

Los periódicos del día siguiente hacían notar que, aunque Mitchell no había sido parca en palabras a la hora de escribir su novela, en el momento de hacer declaraciones sobre el galardón sólo habían podido arrancarle cuatro palabras: “I’m astounded… I’m overwhelmed” (“Estoy asombrada… Estoy abrumada”).

Por supuesto, Margaret Mitchell satisfizo su apuesta con sumo placer, y añadió una caja de Borgoña para el crítico que había confiado tanto en su libro y que se había convertido en su amigo. Ahora GWTW, la película, podía alardear, para regocijo de Selznick, de tener dos premios Pulitzer en su nómina de participantes: Sidney Howard lo había ganado ya en 1925, con su obra de teatro They Knew What They Wanted.



*En el capítulo 30 de la novela hay una referencia específica a este poema del comandante Samuel Alroy Jonas y a su aparición pegado a los billetes. Es Will Benteen el que lee:

“Aunque no represente en esta tierra
nada, y nada en las aguas que hay debajo,
guarda, querido amigo, este recuerdo
de una nación que fue, para mostrarlo...
Muéstralo a aquellos que prestar oídos
quieran de este papel al fiel relato
de una nación que vio muerta en la cuna
la libertad que sus hijos soñaron...”

(Representing nothing on God's earth now,
And naught in the waters below it,
As the pledge of a nation that's dead and gone,
Keep it, dear friends, and show it

Show it to those who will lend an ear
To the tale that this trifle can tell,
Of a liberty born of a patriot's dream,
Of a storm-cradled nation that fell.)

viernes, 2 de mayo de 2008

William Bakewell, el oficial a caballo

En una calle Peachtree desierta y desolada, Escarlata sale al encuentro de un jinete al que pide noticias del avance del enemigo sobre la ciudad. El oficial le confirma que el ejército de la Unión está muy cerca de Atlanta, que las tropas confederadas están en retirada estratégica y que lo mejor que puede hacer, señora, es buscar refugio más al Sur.

Esas pocas líneas dieron justo derecho a William Bakewell, que nació el 2 de abril de 1908, a aparecer en los créditos de Lo que el viento se llevó. Él mismo reconocía que hubo un tiempo en que le molestaba que sólo le recordaran por ese galope desenfrenado y su corto diálogo con Vivien Leigh, cuando tenía en su haber papeles más largos y distinguidos, pero que llegó a considerar un honor estar en la relación de los “elegidos”, los que habían hecho historia.

Bakewell, un nativo de Los Angeles con docenas de papeles de hermanos pequeños e hijos adolescentes de los protagonistas, sabía que Gone With The Wind era un acontecimiento, que todo el mundo quería aparecer en la película y, aunque el reparto era muy amplio, estar incluido en él era un buen añadido a cualquier filmografía. Y él no iba a ser menos, por reducido que fuera su trabajo, así que se preparó para sacar el mejor partido de los dos días de rodaje asignados a esa secuencia, en junio de 1939. Le supieron a poco, pero, por lo menos, le cupo la satisfacción de aparecer en una de la versiones del poster de la película: “Estoy mejor en el cartel que en la película”, bromeaba.

Un enamorado de las películas desde su tierna infancia, Bakewell entró en el cine en 1925 y no tuvo problemas en la transición al sonoro. Como empezó muy joven, y trabajando con nombres como Griffith, Fairbanks, Dwan, Milestone… su carrera se extendió hasta los años setenta, tanto en la pantalla grande como en la pequeña.

Cuando los papeles se hicieron escasos, no tuvo problemas en compatibilizar la actuación con el negocio de los bienes raíces, y nos dejó un libro autobiográfico lleno de anécdotas: Hollywood Be Thy Name. En él nos cuenta, entre otras cosas, cómo surgió su amistad con Lew Ayres, a quien secundó en All Quiet on the Western Front (Sin novedad en el frente, 1930), cómo se formó el Screen Actors Guild (el sindicato de actores) y su dedicación al Motion Picture and Television Fund, que ayuda a aquellos miembros de la industria que atraviesan por malos tiempos económicos o de salud.

Bakewell falleció en 1993, pero podemos verle en el doble papel de The Iron Mask (La máscara de hierro, 1929), avasallado por Gable en Dance, Fools, Dance (Danzad, locos, danzad, 1931), disgustado por cierto asuntillo de su padre en Back Street (La usurpadora, 1932), luciendo uniforme de teniente en Quality Street (Olivia, 1937), en la armada en Seven Sinners (Siete pecadores, 1940), enseñando oratoria en The Farmer’s Daughter (Un destino de mujer, 1947), de lechero en Room For One More (Hogar, dulce hogar, 1952)… y en varios episodios de las series Davy Crockett y Bonanza.

jueves, 1 de mayo de 2008

Sam Wood releva a Victor Fleming

Al nuevo director le esperaba una semana movidita, ya que había que recuperar el par de días perdidos desde la marcha de Victor Fleming, que ya iba con retraso.

Para seguir la tradición de muchos de los implicados, Wood no había leído la novela, por lo que necesitó un curso intensivo sobre Gone With the Wind y su guión para ponerse al tanto, pero enseguida cogió las riendas de la producción, en la que se atribuyen 24 días de trabajo.

Selznick necesitaba a alguien experimentado, capaz de seguir indicaciones y de comunicarlas a los actores y de mantener la producción en marcha sin demasiados aspavientos, y Wood, que había bregado sin demasiados problemas con los hermanos Marx y tenía a punto de estrenar Goodbye Mr. Chips (Adiós, míster Chips, 1939), parecía la persona indicada, a pesar de su costumbre de rodar docenas de veces la misma toma.

Dado que la secuencia prevista (Escarlata y Melania se encuentran con Belle a la salida del hospital) debía rodarse por la noche, Sam Wood no perdió el tiempo en su primer día al frente de Lo que el viento se llevó y pasó a los interiores para filmar la conversación de Ashley y Escarlata en el aserradero. Por la noche, otra incorporación al equipo, Ona Munson, tenía su primera escena con una Vivien Leigh y una Olivia de Havilland veteranas ya de tres directores. No fueron precisamente las actrices las que causaron problemas a Wood aquella noche.

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