viernes, 24 de octubre de 2008

Tara en pedazos

Para no ser más que un decorado de cartón piedra y madera de balsa, que le costó al estudio 12.059 dólares en 1939, la fachada de Tara que vemos en Lo que el viento se llevó ha corrido sus aventuras a lo largo de los años, aunque ahora no es más que “un sueño recordado”.

El tiempo y el descuido no perdonan y apenas quedan unos jirones de lo que se construyó para Gone With the Wind. El decorado pasó veinte años en los terrenos para exteriores de los estudios, que pasaron por diferentes dueños hasta ser adquiridos por Lucille Ball y Desi Arnaz.

En 1959, una firma de Atlanta compró la fachada de Tara con la idea de que formara parte de una atracción turística basada en el antiguo Sur y en GWTW, pero Stephens Mitchell denegó el permiso para usar los nombres y los personajes de la novela de su hermana y el plan nunca se hizo realidad, así que, tras atravesar todo el país, los restos del trabajo de los decoradores de Selznick fueron a parar a un almacén de Atlanta.

Pasaron otros veinte años hasta la que señora Talmadge la compró, no sin regateos y sin comprobar que “aquello” casi no tenía remedio; pero cualquier pizca de Lo que el viento se llevó no deja de tener su valor, así que Betty Talmadge la guardó en su casa, Lovejoy.

Hubo varios intentos de comprarla y de restaurarla, pero todos se iban al traste, hasta que lo que quedaba de la entrada de Tara pudo por fin verse en una exposición en 1986, durante las celebraciones del 50º aniversario de la publicación de la novela, en la Atlanta Historical Society. Talmadge legó esta propiedad a la fundación que dirige la Margaret Mitchell House… o al menos eso fue lo que se anunció en 1997.

La penúltima parada en el viaje es Concord, también en Georgia, a mediados de los años 90 del siglo pasado; la propietaria del "bed and breakfast" Inn Scarlett’s Footsteps se hizo con los restos de la fachada, en tanto que la puerta seguía expuesta al público en el Atlanta History Center. Como no había manera de restaurar el decorado, la idea era hacerlo pedacitos y venderlos a los siempre ávidos Windies por unos 200 dólares cada uno; parte de los beneficios irían destinados a la Sociedad Histórica del Condado de Clayton y a la Margaret Mitchell House.

Casi puede decirse que a Tara… se la llevó el viento.

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