miércoles, 3 de septiembre de 2008

Un verano muy ocupado

Si alguien buscaba a David Selznick en las semanas que siguieron al final del rodaje principal de Lo que el viento se llevó, era muy probable que lo encontrara en la sala de montaje.

Se hablaba del 15 de noviembre como la fecha del estreno, y no había tiempo que perder para poner en orden todo el celuloide rodado en los meses anteriores; julio y agosto se dedicaron a los planos con actores secundarios, insertos, montajes… incluso Gable tuvo que volver para repetir algunas de sus tomas.

Se podría decir que las moviolas del estudio echaban humo.

Aunque el productor confesaba que carecía de los conocimientos técnicos adecuados, le gustaba estar presente durante el montaje de sus películas, un proceso en el que, en aquellos tiempos, el director ya no tenía voz ni voto. Eran pocos los directores con el poder (o agallas) suficiente para “montar con la cámara” y privar a Selznick de contar con la misma secuencia filmada una y otra vez desde varias posiciones de cámara para montarlas a placer.

Victor Fleming tuvo el privilegio de asistir a algunas de las sesiones de montaje, pero no hasta que ya se había realizado el primer pase sorpresa de GWTW.

Hal Kern estaba al frente del departamento de montaje, secundado por James E. Newcom y varios especialistas más, pero por supuesto su criterio estaba supeditado a lo que el productor ordenara. Juntos, con la inestimable ayuda de Barbara Keon y Lydia Schiller, encargadas de la continuidad del guión, pasaron agotadoras jornadas de visionado y edición en aquel verano.

Selznick hacía sus “sugerencias”, las discutía con Kern, que hacía las suyas, se tomaban las correspondientes notas y se montaba según ellas; luego se proyectaba lo que se había montado… y volvía a empezar el proceso. La película pasó de durar unas seis horas a rondar las 5 horas de proyección…

Llegó un momento en que fue preciso que Schiller confeccionara una lista de todos los planos montados hasta entonces y lo que faltaba entre ellos, porque se había perdido toda continuidad con los sucesivos cortes y cambios, y ya nadie sabía lo que se había incluido y lo que se necesitaba poner para que la película fuera comprensible.

Por supuesto, aún faltaba la secuencia del porche, y Gone With the Wind todavía no tenía títulos de crédito, ni música… pero iba cobrando forma.

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