domingo, 6 de abril de 2008

Escarlata en medio del caos

La semana del 3 al 8 de abril de 1939 estuvo dedicada al rodaje de la secuencia conocida como “el éxodo de Atlanta”, cuando Escarlata sale del hospital para encontrarse en medio de una multitud que intenta salir de la ciudad en medio de los bombardeos.

A lo largo de estos días Fleming ensayó y dirigió los planos con los extras y figurantes, primero, y luego, entre los días 5 y 7, las tomas que requerían la presencia de Escarlata entre aquel maremágnum de gentes, animales y pertrechos.

No era una secuencia fácil, ni mucho menos, y exigía una perfecta coordinación y dirección de masas. Entre 400 y 600 extras, con su correspondiente vestuario y variopintas pertenencias, más animales, carros, carromatos y vehículos militares y civiles variados, guiados por expertos conductores y especialistas, ocuparon durante aquellos días el back lot del estudio, entre los decorados de las fachadas de las casas y calles de Atlanta y nubes de polvo rojizo.

Fue para secuencias como ésta que Selznick pensó, dos años antes del rodaje, que a Cukor no le vendría mal la ayuda de “un hombre capaz, culto y acostumbrado a la investigación, para recrear, con Cukor, la evacuación de Atlanta y otros episodios de la Guerra y la Reconstrucción”. Ese hombre habría sido D.W. Griffith, el “padre del lenguaje cinematográfico” y director de The Birth of a Nation (El nacimiento de una nación,1915), pariente lejana de Lo que el viento se llevó. La idea del productor no llegó a concretarse y Griffith no pudo añadir otro crédito a su filmografía, que se cortó en 1931.

Como de costumbre, encontramos diversas versiones que nos cuentan, unas, que estaba previsto que una especialista doblara a Leigh en esta arriesgada secuencia, pero Vivien insistió en rodarla ella misma y, otras, que una doble de acción quedaba descartada porque no había forma de ocultar que no se trataba de la actriz. Como fuera, es la propia Leigh la que vemos abriéndose camino entre la multitud.

La secuencia estaba dividida en varias tomas, con sus consiguientes repeticiones y esperas, de modo que la concentrada Vivien Leigh no se dio cuenta hasta el momento de acostarse de que lo cansada y magullada que estaba.

La tragedia la rondó muy de cerca en una ocasión, cuando se encontró en la trayectoria de un carro que iba hacia ella a toda velocidad. Vivien se quedó quieta y, por suerte, su falda se levantó y asustó a los caballos, que se encabritaron y se pararon sin que nadie resultara herido.

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