lunes, 21 de abril de 2008

Encadenados (IV)

Rhett Butler, como corresponde a su arquetipo de bribón simpático, parece no depender de nadie y huir de las responsabilidades, pero veremos cómo en su relación con Escarlata fluctúa entre la indiferencia calculada y la pasión sin trabas, desencantada luego por puro cansancio al no recibir la retribución esperada a sus atenciones, por lo demás de lo más naturales.

La relación entre Rhett y Melania es la más sorprendente de todas, puesto que parece imposible que un calavera como él pueda sentir respeto por nadie y que una persona tímida y de educación tan formal como ella pueda recibir a alguien con la reputación de Butler en su casa. Pero Rhett se gana el aprecio de Melania al rescatar su anillo de casada, al interesarse por la situación de Ashley prisionero, al sacarla a ella y a su hijo de Atlanta... la lealtad y la gratitud de la mujer para con él son inquebrantables. La intuición de esa alma pura que es Melania sabe vislumbrar las grietas en la coraza de dureza de Butler y Rhett, por su parte, encuentra en Melania los ecos de la gran dama que sin duda fue su madre.

El dicho “ten cuidado con lo que deseas, porque quizás puedes conseguirlo” se hace realidad tanto para Escarlata como para Rhett. Ella sueña con Ashley y cuando por fin lo tiene a su alcance ya no le interesa, y Rhett, que se ha pasado doce años rondando el corazón de la señorita O’Hara, renunciará a ella, que ha perdido para él las cualidades que sí tuvo.

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