lunes, 14 de abril de 2008

Encadenados (III)

Ashley Wilkes, a pesar de su sexo y las prerrogativas que a él le concedía la sociedad, es el personaje más dependiente de toda la historia de Lo que el viento se llevó. De nada sirve que se nos repita que es un diestro jinete, valiente soldado y culto ejemplar de hijo de plantador. El honor es el escudo que le impide decir en voz alta que Escarlata le atrae físicamente, porque es justo su contrario, pero lo deja a un lado cuando se trata de aceptar sus chantajes, pues no son otra cosa los ofrecimientos de Escarlata de techo y trabajo. Ashley permite que las cosas ocurran como los demás han decidido.

En Melania encuentra Ashley su complemento natural, aunque ella, a la larga, resulte mucho más fuerte que él en lo que a resistencia moral se refiere. Su esposa le ama, le da afecto, seguridad y cuidados maternales, y tiempo ocioso para que Ashley pueda dedicarlo a sus ensueños, que Melania comparte. Cuando se queda sin interlocutor en ese extraño idioma de los Wilkes, el mundo se derrumba sobre su cabeza y queda reducido a la nada.

De Rhett, que lo conoce a la perfección porque él también fue criado para lo mismo, para la vida despreocupada de la preguerra, pero que lo desprecia primero por su apatía y más tarde por robarle sin merecerlo el afecto de Escarlata, Ashley recibirá respaldo político y social, cuando Butler le salve de ser juzgado por los yanquis después de la incursión para vengar el ataque en Shantytown.

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