lunes, 7 de abril de 2008

Encadenados (II)

La relación entre Escarlata y Rhett se establece muy pronto en términos de igualdad, aunque ella comience dependiendo de la discreción de él para no revelar la escena que había tenido lugar en la biblioteca de Doce Robles cuando se declaró a Ashley.

Rhett estará siempre allí cuando Escarlata lo necesite, pero sin dejar de advertirle que siempre da con la esperanza de recibir algo a cambio: hace realidad su deseo de desafiar el luto sacándola a bailar en el bazar, la surte de ropas burlando el bloqueo, la saca de Atlanta a través del fuego y será su única esperanza cuando ella necesite imperiosamente dinero... A cambio, Rhett exigirá la satisfacción de sus deseos, fundamentalmente eróticos y en un principio desprovistos de afecto real.

Escarlata estaba acostumbrada a utilizar a los hombres en su provecho, con la particularidad de que ni Charles, ni Frank, ni Ashley se percatan de la manipulación. Rhett sabe muy bien porqué Escarlata recurre a él y establece con claridad los términos de su comercio.

También es mutua la relación que se entabla y se desarrolla entre Melania y Escarlata. Melania es, en un principio, una excusa para estar lo más cerca posible de Ashley, aunque el deseo más fuerte de Escarlata sea separar a los esposos en su beneficio.

La señora Wilkes es la perpetuación de la imagen de Ellen en la vida de Escarlata. Con suavidad, sin hacerse notar, la frágil Melania se constituye en un puntal transparente, al parecer innecesario, pero en el que todos acabarán apoyándose de una forma u otra.

La esposa de Wilkes, ausente su marido durante largo tiempo, encuentra en Escarlata el sustento físico: sin su renuente ayuda, habría fallecido en el parto y también su bebé, habría quedado a merced de los yanquis en Atlanta y, con Doce Robles en ruinas, no habría tenido lugar a donde ir, excepto Tara. A cambio, Escarlata hallará en Melania la garantía de su situación social, perdida por sus relaciones con los yanquis y su conducta a todas luces contraria a la de una dama del Sur.

Melania repite en varias ocasiones que debe su vida y la de su hijo a Escarlata y que jamás, haga lo que haga cualquiera de las dos, estará pagada esa deuda. Su natural bondad y la exagerada gratitud y lealtad la unen de forma indisoluble a Escarlata, a la que también encadena, en cierto modo, al pedirle que cuide de su hijo, si el parto resulta fatal para ella, y de Ashley y de Beau, a la hora de su muerte.

Las dos mujeres comparten, además, un secreto: el homicidio cometido por Escarlata al disparar sobre el desertor yanqui. Sin la sorprendente presencia de ánimo de la debilitada Melania, Escarlata se hubiera visto metida en un buen lío y ni siquiera se le habría ocurrido registrar los bolsillos del soldado muerto.

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